La
anciana fallecida a consecuencia del incendio que se originó en su
casa debido, según el resultado de la inspección de los técnicos,
a una vela, ha sido como un bofetón en plena cara y a traición. No
solo Reus, su ciudad, ha respondido con fuerza y exigido a la
autoridad municipal y a la autonómica que intervengan, si no para
devolverle la vida a esta señora, al menos para que no vuelva a
ocurrir otro accidente por esta causa. Y todo porque esta buena
mujer, que se había quedado sin fluido eléctrico hacía dos meses,
usaba velas para desenvolverse en el interior de su vivienda. Una vez
más se ha hecho realidad aquello de que el fuego tiene muy malas
pulgas y que el que juega con él, aunque no sea este el caso, acaba
pagando los excesos. La compañía eléctrica, Endesa, en vista de
que no abonaba las facturas pendientes decide cortarle el suministro
y parece que sin avisarle previamente, ni a ella ni al ayuntamiento,
detalle que podía pasar desapercibido, pero que como está
expresamente prohibido y el Consistorio tiene que conocer con
antelación este tipo de situaciones extremas de sus vecinos para ver
de evitarlas, se entiende que se ha ejecutado fuera de la ley. De
hecho, el alcalde de esa ciudad catalana ya ha anunciado su intención
de denunciar a la eléctrica y de pedirle responsabilidades por el
asunto empresarial como tal y por el fallecimiento de la señora.
Lo
que nos extraña es que, a su vez, la primera autoridad de Reus y el
mismísimo president Puigdemont hayan coincidido y se hayan mostrado
convencidos de que en el territorio que ellos respectivamente
controlan no se dan estos casos tan dramáticos, coincidencia que no
acabamos de entender sencillamente porque en España, es decir,
incluida la autonomía de Cataluña, estamos situado en los tres
millones y medio de personas que no pueden calentarse en invierno
porque sus ingresos no le alcanzan para abonar la factura de la luz.
¿Acaso en Cataluña existen cauces habilitados para denunciar esta
anomalía social? ¿O es que en esa rica región española, gracias a
la extraordinaria solidaridad de sus moradores, nadie pasa frío
porque entre todos sufragan los gastos de aquellos que no pueden
permitirse este lujo? Más bien parece que, como los políticos viven
normalmente alejados de la realidad en la que se desenvuelven sus
paisanos, no sepan de situaciones tan acuciantes de los que andan sin
trabajo o con ingresos justos para el alquiler y la comida. Debían
saber, sin embargo, que son miles, millones, las familias que sufren
en sus carnes el hambre y el frío, y que su dedicación política
debía estar, entre otras, dedicada de manera muy especial a
solventar estos problemas.
En
contra de la opinión general de la clase política, lo cierto es que
de la crisis habrán salido unos cuantos privilegiados y que el
resto, si lo ha conseguido, lo habrá hecho con lo justo. Aceptamos
que el político cuide con mimo y esmero su trabajo, que viene a ser
su fuente de ingresos, pero que mienta como lo hace no solo nos
preocupa, sino que, conscientes de que una mentira repetida mil veces
acaba siendo aceptada como verdad, los que acabemos como mentirosos
seamos nosotros, es decir, los que sí vemos de cerca cómo se
desenvuelven en realidad nuestros amigos y conocidos, muchos de los
cuales sobreviven gracias a las ayudas que reciben de sus paisanos,
porque hasta en este detalle las Administraciones se muestran rácanas
y deshumanizadas. Es tal el nivel de vanagloria que observamos en
parte de la clase política, que o mucho cambian las cosas o nos
tememos que serán miles de personas y familias las que se unirán a
las que perdieron la electricidad este invierno. Evidentemente, un
poco de humildad y algo de humanidad no nos vendría mal. Nada mal.