miércoles, 21 de diciembre de 2016

¿DE VERDAD SE HAN ACABADO LOS PROBLEMAS DEL RÍO GUADALQUIVIR?

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Suponemos, porque experiencia en este terreno no tenemos, que lo de despedirse del trabajo, jubilarse, no debe ser decisión sencilla si en realidad somos felices con lo que hacemos y, además, contamos con el favor de los compañeros y la empresa. Y no les decimos nada si encima la salud es perfecta y nuestra capacitación profesional está más que contrastada, porque entonces más que un adiós a la dedicación laboral supondrá un mal trago para quien lo protagonice. Pues eso le ha ocurrido a Juan Lillo, a la sazón el hombre del Gobierno en la provincia, responsable directo de que el ambiente esté en calma, que las decisiones que desde Madrid deben repartirse por todo el territorio nacional lleguen a los ciudadanos a tiempo y en forma. El mundo laboral, los movimientos de sindicatos, asociaciones, cuerpos de seguridad del Estado, la totalidad de las Administraciones dependientes del Gobierno central, etc., han sido hasta este año su responsabilidad directa y sabemos que en ello ha puesto todo su interés y sapiencia, para que las cosas se hayan mantenido en orden y siempre bajo control. Por lo que él mismo nos ha contado en las declaraciones que ha remitido a los medios de comunicación para que, a su vez, las compartamos con todos ustedes, comprobamos que se va satisfecho por el trabajo realizado, porque la delincuencia ha descendido de sus niveles habituales y porque, en fin, ha mantenido la dedicación y la coherencia que un cargo de tanta responsabilidad demanda de quien lo gestiona. Casi al final de su despedida, sin embargo, ha cometido, creemos, un grave error que incluso pudo evitar precisamente para no verse envuelto en desencuentros como el que deja en  nuestra ciudad, porque eso de asegurar que antes de irse deja acabado por completo el tema de las inundaciones del río Guadalquivir, especialmente a su paso por Andújar, la verdad es que acertado, lo que se dice acertado, no ha estado.


Antes debió pensárselo, pero como las palabras, una vez pronunciadas y lanzadas al viento e incluso escritas en papel oficial, ya no son propiedad de quienes las expresan y en muchos casos acaban siendo su perdición por traicioneras, quizá debió contenerse y evitar de esta forma, repetimos, irse enfrentado a quienes el único mal que han cometido, si es que lo podemos calificar como tal, ha sido defender sus propiedades, sus tierras de labor, sus vidas en definitiva, porque conviene no perder de vista que muchos de ellos vieron el peligro tan de cerca, que el miedo les persigue allá donde van, sobre todo cuando la lluvia alcanza niveles desproporcionados. El asunto es que el señor delegado del Gobierno en la provincia, en su adiós laboral, ha decidido hacerlo con una mentira en su mochila, porque eso de que se ha dejado acabado el problema del río Guadalquivir y sus conocidas y peligrosas inundaciones realmente no responde a la verdad lo miremos por donde lo miremos, y lo que de verdad extraña es que nadie, allá por donde ha pasado el comunicado remitido a los medios de comunicación, no haya caído en la cuenta de que exageraba en su determinación por algo tan elemental como que para nada se parece a la realidad. De hecho, desde que llegó el nuevo gobierno del Partido Popular, en noviembre de 2011, a la responsabilidad nacional y conoció el asunto de las inundaciones, justo cuando finalizaban las obras que acabarían con los problemas de El Sotillo, porque el resto de la mota ya había acabado, decidió retirar hombres y máquinas y retener la inversión millonaria que se decidió por parte del gobierno de Zapatero. Y punto y hasta hoy mismo, porque aunque se han maquillado actuaciones de escasa importancia para la solución del problema, se han generado enfrentamientos, declaraciones y apariciones públicas más bien desagradables,  la realidad es que el problema sigue siendo el mismo porque las circunstancias se mantienen en el mismo punto y el interés que muestran en Madrid por nosotros es el mismo que nosotros sentimos por ellos, o sea, ninguno. Por lo tanto, eso de que el asunto del Guadalquivir a su paso por Andújar, según el señor Lillo, ha sido zanjado, es sencillamente mentira.