Las
Administraciones, que nos conocen mucho más de lo que nosotros creemos, se
afanan estos días en convencernos de que debemos realizar las compras navideñas
con responsabilidad, desde juguetes no bélicos ni sexistas hasta los excesos
propios de unas fechas en las que se nos olvida hasta el saldo que tenemos en
el banco. Siempre ha sido así, por lo que tampoco deberíamos extrañarnos
fotografiados en las instantáneas tópicas de estos días, es decir, acarreando
las compras de un lado para otro como locos correteando por un descampado.
Quizá el hecho de que formemos parte de una “troupe” sin cabeza ni cola y que
nos camuflemos como unos más en el maremágnum de la marea de compradores
compulsivos, nos sirva para auto convencernos de que el hecho de no ser
originales tiene sus ventajas y lo de las compras navideñas es una de ellas.
Tres cuartos de lo mismo nos ocurre con los sorteos de todo tipo, aunque especialmente
de los del Gordo y el del Niño, que atraen a los más reacios y los hacen caer
en la tentación de llevarse algún décimo que otro, no sea que, como ha ocurrido
en Andújar, le toque al vecino y nos quedemos con cara de tontos.
Cuando
se trate de elegir un juguete para niños o niñas, lo primero que debemos tener
en cuenta es que ya está bien de diferenciar los colores azul y rosa para unos
u otras, o los caballos para ellos y las cocinitas para ellas… La elección debe
hacerse de acuerdo con las preferencias que han venido mostrando ambos los días
previos a la compra, y desde luego que obligarles a disfrutar de algo que no
les gusta, más que un regalo parece una venganza. Ocurre algo parecido con los
juguetes bélicos, rechazados por cierto por psicólogos y educadores, porque les
proporcionados armas que les permiten continuar viviendo las historias y las
escenas que observan en la televisión, porque recordemos que, si existe una
fuente de agresividad continuada y de impacto visual de gran importancia
educativa, esta es sin duda ninguna la televisión. Ya puestos, una vez que
tenemos que invertir en un elemento que tiene como finalidad concreta la de
entretener y educar al menor, decidirse
por los que podíamos calificar como neutros nos parece la mejor elección. De
acuerdo con la generalizada opinión de los especialistas, cambiar los deseos de
los menores cuando de elegir el regalo se trata no es nada difícil, puesto que
sus peticiones siempre están basadas en la necesidad que les han creado los
fabricantes a través de los folletos que por miles ponen en el mercado o los
anuncios televisivos.
En
el caso de los adultos, la campaña que tiene como fin conseguir que hagan
compras lógicas y que huyan de los excesos tiene su fundamento en que siempre
será mejor la calidad que la cantidad. Para nada debe importarnos lo que otros
padres regalen o los principios por los que se rijan, porque lo importante es
que el juguete o el regalo elegido por los mayores lo disfruten los menores al
tiempo que los educan. Desgraciadamente, cuando de regalar se trata, lo normal
y más extendido es dejarnos llevar por las exigencias del niño o la niña y sin
condiciones, por lo que finalmente acabamos adquiriendo algo que se esfumará en
dos días. Y todo porque los menores son especialistas en perder la ilusión por
lo nuevo al día siguiente de haberlo recibido y de poco servirá que hayamos
invertido mucho o poco dinero, ya que estarán más pendientes del regalo de sus
hermanos o del niño del vecino que del suyo. Lo vienen diciendo los educadores,
psicólogos y el resto de profesionales dedicados a la educación infantil, y
además desde hace muchos años, pero la realidad es que es como si predicaran en
el desierto, porque lo que se dice hacerles caso, más bien poco. El que las
Administraciones se hayan implicado en campañas con este objetivo responde a la
urgente necesidad que tienen los más pequeños de la casa de ser reconducidos en
sus genéricas apetencias, especialmente cuando de alejarlos cuanto más mejor de
sus tópicos clichés sexistas y belicistas.