
La situación real del tráfico
responde a una especie de pacto entre conductores y conductoras, según el cual,
en su detalle, parece que nos hubiéramos propuesto superar la cifra de
accidentes del año pasado, que fue de 1.126 fallecidos. Si tenemos en cuenta
que en 1960 España tenía un parque automovilístico de un millón de vehículos y
dos millones de conductores, y que en 2015 alcanzábamos los treinta y un
millones y medio y veintiún millón de conductores, lo que está ocurriendo ahora
acaba con la racha positiva que habíamos conseguido entre todos desde ese año,
porque el descenso ha sido continuado. En cuanto a los heridos del ejercicio
anterior, nada menos que cuatro mil ochocientos necesitaron de hospitalización,
y con respecto a las carreteras que más muertos y heridos aportaron a la
estadística, doscientos trece fueron en autovía mientras que en carreteras
convencionales, que volvieron a llevarse el premio, se dejaron la vida
novecientas trece personas. Entrando en detalles, ciclistas fueron cuarenta y
dos; triciclos, veintiocho; motos, doscientos diecinueve; automóviles,
quinientos sesenta y nueve, y camiones y furgonetas, sesenta y ocho.
Pues bien, a estas alturas, a
una semana de que finalice el ejercicio, una de las más peligrosas de todo el
año, llegamos a la meta con los números superados y parece que con ganas de
mantener esta actitud por unos días más. Naturalmente, el hecho de que después
de tantos años decayendo la cifra de mortalidad en las carreteras, el que este
año rompamos con la tradición no solo supone un varapalo para las intenciones
del Gobierno a través del Ministerio de Interior y éste, a su vez, de la
Dirección General de Tráfico, sino un fracaso para nosotros, los usuarios, que
somos finalmente los protagonistas de una terrible historia con triste final. A
lo largo del año, miles de personas y cientos de familias han perdido a un ser
querido en un accidente de tráfico que, como tenemos por costumbre dejar claro,
se pudo evitar. Los tanatorios de toda España dan fe, especialmente los fines
de semana, de tanto dolor por la pérdida inesperada e injusta de quienes quizá
ni siquiera tuvieron nada que ver con la situación de peligro que acabó con
ellos.
Extraña, no obstante, la
actitud de algunos de nosotros cuando de justificar nuestra actuación se trata,
ya que solo se nos ocurre echar mano de los agentes de Tráfico para cargar
sobre ellos nuestra propia irresponsabilidad. Lo de menos es que superemos la
velocidad máxima, que consumamos alcohol o drogas conduciendo, que no tengamos
reparos ni límites cuando de usar el móvil se trate o que no respondamos a la
llamada de usar el cinturón de seguridad los adultos y que los pequeños viajen
siempre con los específicos sistemas de retención homologados que encontramos
en el mercado. Lo nuestro es más elemental y nos limitamos a valorar su tarea
asegurando que están solo para recaudar y que interfieren en nuestra libertad
como usuarios de vehículos a motor. Y todos tan contentos. Por eso suponemos
que muchos de nosotros estaremos contentos por el récord obtenido a lo largo de
este año: ¡hemos superado el número de fallecidos en carretera, por fin, y
ahora de lo que se trata es de celebrarlo! Sonará raro, pero es la impresión
que percibimos desde el momento en el que nos asomamos a la carretera y
comprobamos cómo nos las gastamos con el volante entre las manos. Por si le
sirve a alguien, los responsables somos en todos los accidentes los conductores
y, por tanto, solo nosotros podemos detener la inmensa sangría que representa
perder a miles de compañeros cada año. ¡Ya está bien!