martes, 10 de enero de 2017

CRISIS POLÍTICA

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Los partidos políticos inician el año en condiciones de variabilidad emocional incontrolada, que podrá parecer todo lo sofisticada e impertinente que quieran la dichosa frase, pero es la realidad. Y si no, observen al Partido Socialista Obrero Español, que hasta le ha salido una sucursal próxima a la central. Parece que Ferraz se le ha quedado pequeña a los pedristas, y ahí los tienen, decididos a concentrar sus fuerzas en un lugar en donde los integrantes de la actual ejecutiva no tengan cabida ni sepan de sus intenciones. Los que en su día no valoraron convenientemente la fuerza y la estrategia de Pedro Sánchez en el partido, ahora buscan salidas airosas que permitan que todo vuelva a ser como antes y de esta forma asegurar la convocatoria al máximo nivel de febrero con todas las garantías. Tampoco lo tiene claro Susana Díaz, la presidenta andaluza, que ha sido postulada por la mayoría de sus compañeros como la próxima secretaria general y ella sigue haciendo oídos sordos a la llamada, o al menos lo disimula muy bien. También Micaela Navarro ha salido perjudicada de esta profunda crisis socialista, fundamentalmente porque los puristas no vieron con buenos ojos que, ostentando la presidencia del partido, no se abstuviera y optara por votar a favor de los postulados de la gestora. Serán cosas de la política y de quienes la gestionan, pero que quede claro que este tipo de situaciones no gustan en la calle, que entre la ciudadanía lo que importa es que allí donde el objetivo debía ser su bienestar, se pierda el tiempo en discusiones y luchas de poder.

De hecho, es lo mismo que les está ocurriendo a Podemos, que se han enzarzado en una batalla campal por quedarse con el bastón de mando de la coalición y que tiene un futuro muy negro, y, para más inri, en público, lo que le añade un carácter muy parecido a las peleas de los recreos en los colegios. Sólo faltaba ver en televisión un vídeo con el señor Iglesias asegurando que le hablaba el leño que le ardía en sus manos pidiéndolo sosiego y entendimiento, para que las especulaciones sobre su estado mental hayan corrido como reguero de pólvora. La realidad es que los conocidos como los tres mosqueros, o sea, Echenique, Iglesias y Errejón, luchan por lo mismo, lo que, sintiéndolo mucho, nos obliga a deducir que son tan casta como el que más. Lo podrán adornar como quieran, pero la situación que les mantiene enfrentados la conocemos desde hace años, lo mismo que ocurre con algunos de sus militantes, que en tan poco tiempo han aprendido a tomar decisiones criticables, a meter la mano donde no debían y a recibir prebendas de todo tipo. Unos cuantos han sido expulsados, como no podía ser de otra forma, pero todo indica que tendrán que controlarse más a sí mismos y no tanto a los demás si quieren mantener sus  arengas sobre honestidad.


Y no digamos nada sobre la CUP y Juntos por el sí en Cataluña, que vienen anunciando su ruptura desde hace meses por el dichoso sí o no del referéndum. Para los primeros, sí y sí; para los segundos, sí, pero con condiciones. Como solemos decir por aquí cuando tratamos de analizar una situación tan compleja y con tan poco futuro, estamos convencidos de que estos interesados socios acabarán “como tres por dos calles”. Cuando la unión solo se justifica por el interés, porque las ideologías de las partes son radicalmente diferentes, la convivencia es imposible y el resultado el divorcio. Ya veremos.