El fallecimiento de Bimba Bosé
nos ha vuelto a situar ante una realidad que la evitamos conscientemente y que
nos presenta irremediable ante los demás tal y como somos, sin caretas ni
disfraces. En momentos tan especiales como es la muerte de un ser querido,
independientemente del conocimiento que tenga la sociedad de esa persona, el
dolor debe ser inmenso y es evidente que cualquier comentario fuera de lugar
conseguirá justificadamente el rechazo de la familia. En el caso de esta chica,
madre de una niña, por mucho que los especialistas hayan rebuscado en su escaso
pasado, ¡vayan ustedes a saber con qué intenciones!, no han hallado nada que
denunciar o que mostrar al resto del mundo que sirviera para criticarla. Se
trataba, eso sí, de un familiar directo de la familia Bosé, cuyo abuelo fue
Luis Miguel Dominguín y su tío Miguel Bosé. Como era de esperar, con unos genes
tan concretos y un ambiente tan artístico como en el que se desenvolvió a lo
largo de su vida, lo normal es que derivara en el mundo de la farándula, del
artisteo, de la moda… Si a esto le unimos el hecho de que por sí misma
destacara por sus cualidades personales, su endiablado carisma y la seguridad
que mostraba fuera y dentro de los escenarios, la suerte estaba echada, porque
desde sus primeras apariciones públicas consiguió ganarse al público y eso,
entre nosotros, no crean ustedes que es una virtud; al contrario, es una enorme
losa que gana peso conforme el personaje acumula popularidad, un cóctel muy
peligroso que no siempre se protagoniza con éxito.
Si los fans, como aseguran los
especialistas en estos temas, pueden llegar incluso hasta asesinar a sus
ídolos, y casos conocemos de sobra que lo confirman, los que los menosprecian,
quizás más cobardes ellas y ellos, saben esperar la ocasión, y en cuanto
tienen oportunidad de mostrar su
desacuerdo y criticar, lo hacen desaforada y desproporcionadamente, llegando incluso
hasta la locura. Los mensajes que hemos podido leer sobre el fallecimiento de
esta chica son realmente deleznables, desde homófobos a xenófobos, sin perder
de vista el inmenso odio que rezuman y que deben recalentar diariamente sobre la persona que eligen para
crucificarla. Si de verdad la Fiscalía decide investigar y hallar a las
personas que los han firmado, desde luego que nos alegraríamos de que sus
textos recibieran la calificación de incitación al odio y de ahí que se
dispusiera la sentencia que los jueces crean conviene para este tipo de casos.
Si por el contrario se opta por obviar lo que tanto dolor y tanta vergüenza
ajena ha generado, se estaría habilitando oficialmente una gran puerta para el
desmadre, para que cualquiera exprese su injustificado odio y para conseguir
enfrentarnos socialmente.
Si al dolor familiar por la
vida de esta chica, de solo cuarenta y un años, que vivía su vida sin más
limitaciones que su propio crecimiento como persona y artista y el de su hija,
debe ser inmenso, no digamos nada cuando hayan conocido lo que se ha vertido en
las redes sociales en su contra, como si estos descerebrados estuvieran
esperando su muerte para lanzarse sobre ella como buitres sin escrúpulos
capaces de hasta la necrofilia, que es lo que nos faltaba. Asumimos que las
redes sociales tienen infinidad de ventajas, que nos mantienen comunicados con
familiares y amigos, que nos tienen al día de todo lo que ocurre en el mundo,
pero no perdamos de vista que también entran y salen en foros y chats los que
solo buscan el morbo y dañar a los demás porque sí. Recordemos los mensajes que
recientemente hemos conocido sobre el terrorismo protagonizado por ETA y los
chistes negros que tenían como objetivo las víctimas de sus atentados, que han
corrido por las redes como oro fundido. Evidentemente, mucho cobarde parapetado
detrás de un ordenador haciendo de las suyas, disfrutando del anonimato que
éste le proporciona, aunque se olvida, miren qué cosas, que el seguimiento
policial permite encontrar de dónde provienen y a sus redactores. Esperemos
que, una vez delante del juez, sean lo suficientemente valientes para reconocer
sus faltas, aunque permítannos la duda. De nuestra parte, descanse en paz Bimba
Bosé.