Las sucesivas subidas de la
electricidad que registra nuestro país desde hace años, que nos colocan entre
los más caros de Europa, tiene mucho que ver con los gastos generales de las
eléctricas, especialmente el apartado de sueldos millonarios que cobran los
ministros y presidentes del gobierno que, una vez perdido su mandato
democrático, acudieron prestos en busca del socorro de estas miltimillonarias
corporaciones. Y ahí los tienen, desde González y Aznar hasta el último
ministro de agricultura o de comercio que hayamos tenido de cualquiera de los
sucesivos gobiernos que nos rigen. Sus sueldos, que superan en casi todos los
casos los doscientos mil euros anuales, es decir, treinta y dos millones de las
antiguas pesetas, es lógico que encarezcan la cuenta de resultados de estas
empresas, y no otra debe ser la causa de las injustificadas subidas. Esto y los
dividendos que deben abonar a sus socios, los gastos de explotación de la
empresa, el mantenimiento de los puestos de trabajo y las inversiones que hacen
en innovación y desarrollo, que todo hay que decirlo. Pero en la calle seguimos
sin entender qué hacen los hasta hace nada representantes del gobierno de la nación
incorporados a una empresa en la que, según cuentan, ni siquiera acuden ni para
tomar posesión de su cargo. Para nosotros, que somos muy simples y no menos mal
pensados, la cosa debe ir por lo de las influencias, por aprovecharse de los
conocimientos y las puertas que pueden abrir en los diferentes ministerios con solo
decir sus nombres, o sea, por resumir, por formar parte de pequeños “lobyss”
nacionales desde los que condicionar al resto del mundo, pero muy especialmente
a quienes desde los diferentes gobiernos pueden tomar las decisiones que ellos
esperan y que tanto benefician a quien les abona tan exagerado sueldo. Por
simplificar aún más, sencillamente una vergüenza y de las grandes.
Mientras, al otro lado de esta
historia, vemos cómo en hogares con escasos ingresos o ninguno, que de todo
encontramos, poner en marcha el calentador se ha convertido en un problema de
dimensiones bíblicas. Lo de calentar la habitación en la que te desenvuelves a
lo largo del día, aliviar el frío familiar, es hoy sencillamente inviable. Y
porque hay mantas a mano que les ayudan a sobrellevar el problema, porque de
otra forma sería imposible descansar. A todo esto, la pregunta surge: ¿y que
hacen nuestros actuales representantes para acotar el asunto y ponerle remedio?
Por el momento, que ya es algo, nos dicen que andan en busca de un acuerdo de
mínimos que permita a las familias que lo puedan justificar disponer de unas
cuantas horas de electricidad gratuitas para plantarle cara a las bajas
temperaturas que padecen. Pero por ahora es eso, un acuerdo al que aún le falta
el reglamento para ponerse en marcha. Como lo del bono social que está a punto
de desaparecer. Además, conociendo el percal y sabiendo los verdaderos
intereses de los que votamos un día y que ahora disfrutan de vacaciones con
todo pagado en la capital de España, si encuentran un punto de acuerdo en este
tema lo más probable es que sea en verano, para antes de que se vayan de
vacaciones.