viernes, 24 de febrero de 2017

A-311. MEJORA, NO. RADARES, LOS QUE HAGAN FALTA

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Aunque muchos de ustedes no acaben de estar convencidos, les volvemos a asegurar que las intenciones del Gobierno, a través de la Dirección General de Tráfico, no son las de reinvertir lo recaudado (si es que le sobra algo luego de pagar los compromisos a los que estén sujetos) en la mejora integral de las carreteras. Si acaso, como están haciendo actualmente, a cubrirlas de una espesa y extensa capa de radares fijos y móviles con los que exprimir a los usuarios que, angelitos ellos, creen que circulan sin el control de estos artefactos. Como dijimos la semana pasada, cientos serán ubicados en los lugares que entienden los técnicos más accidentes se producen. Podían, además, ordenar la reparación del tramo o la curva asesina en cuestión, pero evidentemente es mucho más rentable mantenerlos como están por razones económicas. Consecuentemente, cuanto antes nos concienciemos de que lo de conducir se convertirá en poco tiempo en un calvario, mejor para todos. De no ser así, lo de los recortes en el sueldo que padecemos dejará de ser un problema para dejar paso a lo que realmente sí lo será, porque eso de pagar multas y multas por los excesos que podamos cometer, además de la retirada de los correspondientes puntos del permiso de conducir, no solo supone un inesperado y desagradable pellizco a la cuenta corriente, sino una insoportable manera de sangrarte.

Echando mano del viejo refrán que asegura que el que avisa es solo el avisador, vayan preparándose porque la carretera que une nuestra ciudad con la capital del reino pronto pasará a ser objetivo prioritario de la autoridad de Tráfico (no, de Carreteras no, de Tráfico) y con fines muy concretos: denunciar nuestros abusos en el apartado velocidad especialmente, porque recordemos que entre que la máxima autorizada es de 80 kilómetros por hora y que está repleta de limitaciones de incluso hasta 40 kilómetros por hora, el cebo está puesto y los que se descuiden o confíen pasarán directamente a la ventanilla a cumplir con sus obligaciones tributarias. Lo que de ninguna de las maneras van a adoptar son medidas de seguridad para la totalidad del tramo, no sea que alguno crea lo que oye sobre que está previsto su desdoblamiento y acabe creyéndoselo para luego sufrir una decepción de cuidado. Por el momento, y es lo que realmente nos debe importar, la carretera se mantendrá como está, o sea, un desastre. Es más, si de verdad tuvieran intención de mejorarla en algunos de sus tramos, mucho antes de iniciar el trámite de su desdoblamiento actuarían en favor de un mejor firme, una señalización más adecuada, cruces más seguros y unos arcenes más seguros.

Se entiende que la Dirección General de Tráfico, a la que se le ha venido encima una cifra de mortalidad que no esperaba, haya decidido lo que con más rapidez puede hacer y esto no es otra cosa que la instalación de radares de velocidad. De hecho, las carreteras como tal no son su responsabilidad y sí la vigilancia de lo que ocurre en ellas. Debe ser la Junta de Andalucía, la Consejería de Fomento concretamente, la que decida su desdoblamiento o simplemente actuar sobre ella. Y por ahora, por lo que sabemos, no entra en sus cálculos lo de mejorarnos el viaje.