viernes, 17 de febrero de 2017

EL USO Y EL MANTENIMIENTO DE LOS VEHÍCULOS, MÁS CARO

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La subida de los carburantes no ha venido sola, ya que la electricidad, el gas, el alcohol, el tabaco, entre otros, suponen un desembolso añadido casi obligatorio a los que debemos hacer frente para seguir adelante con algo de dignidad, que ya sabemos que, mermados económicamente, perdemos una importante capacidad de maniobra en la calle. Una buena decisión sería aparcar el coche más tiempo de lo que lo hacemos actualmente, puesto que nos serviría para recuperar el aliento y, ya de paso, conseguir la forma física en la que tanto insiste nuestro médico de familia cuando vamos a la consulta. Por supuesto, la subida de algo tan necesario como las gasolinas y los gasóleos para el movimiento de los vehículos repercutirá finalmente en todo aquello que necesite ser transportado, ya sea por carretera o por ferrocarril. La cadena se ha engrasado convenientemente y ahora de lo que se trata, como hemos tenido oportunidad de decir en otros comentarios, es de pagar las deudas que el Estado firma con nuestro consentimiento, aunque no necesite de nuestra firma y ni repajolera falta que le hace nuestra conformidad. Pronto, por otro lado, nos llegarán las buenas nuevas desde Tráfico, que para eso se prepara concienzudamente en la confección de las nuevas tarifas que nos cobrarán por circular. Ya saben: con la justificación de la alta siniestralidad como excusa, ¡todos a pagar! Eso sí, nada de revertir el dinero recaudado por  multas en donde tanta falta hace, es decir, en las carreteras. Ese es un capítulo del que nadie quiere responsabilizarse y sobre el que el Ministerio de Fomento, que estrena nuevo mandamás, se ha pronunciado con contundencia y  avisándonos de que, mientras se mantenga al déficit, que nos olvidemos de la inversión pública.

En cuanto al aumento de la accidentalidad con respecto al año pasado, que es una realidad contrastada que necesita de un revulsivo que debería protagonizar el colectivo de automovilistas, el Estado debía poner a disposición de este importante asunto algo de imaginación y no acudir sin más al aumento del montante de las denuncias o a la creación de nuevas transgresiones de las Normas en vigor. Comprobado está que de esta forma no conseguirán enderezar el camino escogido por millones de conductores y que ha permitido que, a lo largo de diez años, el descenso de la accidentalidad haya sido tan importante y tan mantenido. Mantener alejado el Código de los centros escolares, especialmente a edades concretas, sigue siendo la asignatura pendiente que hasta ahora nadie se ha atrevido a incorporar en busca de futuros conductores concienciados y profundos conocedores de la realidad con la que se enfrentarán cuando cumplan la mayoría de edad. Seguir como estamos, permitiendo que los jóvenes puedan obtener su permiso de conducir en poco más de un mes de clases aceleradas y limitadísimas en el conocimiento, es un error que por el momento nos está costando un alto precio.


Mientras desde el Gobierno, sea el que sea, no se decida trabajar a fondo en la consecución de un aprendizaje exhaustivo y unas pruebas acorde con lo que pretende aprobar el alumno, el futuro del tráfico seguirá empeorando. Habrá años en los que la curva de la accidentalidad descienda y otros en los que se mantenga, pero si no se interviene con responsabilidad, si no se decide con la contundencia que exige el tema, de poco servirán las imposiciones que nos lleguen desde la autoridad responsable del área. De lo que estamos convencidos, y si no salgan a la carretera, es que el miedo a la retirada de puntos y las cuantiosas multas que se imponen, se ha perdido.