Los burócratas que dirigen el país desde las
instituciones, de forma pausada pero muy inteligente, no cesan en su empeño de
hacernos la puñeta siempre que tienen oportunidad y aprovechando coyunturas muy
concretas. En esta ocasión, el déficit que alcanzarán nuestras cuentas
generales ha sido suficiente para que uno de estos mandados eche mano al
mensaje del miedo y la catástrofe para hacernos llegar que vivimos demasiado
bien y que lo suyo es seguir apretándose el cinturón. Tampoco le ha faltado a
su mensaje lo de retrasar la edad de jubilación, convencido de que es la única
forma de garantizar la sostenibilidad del sistema público de pensiones. Así,
los setenta años vuelven a ponerse sobre la mesa de la polémica por obra y
gracia de nada menos que el gobernador del Banco de España. De hecho, asegura
que las medidas dirigidas a desincentivar la jubilación anticipada y retrasar
la jubilación tendrían efectos positivos sobre
la sostenibilidad del sistema, y pone como ejemplo a otros países del entorno.
Eso sí, no entra en detalles sobre el montante de las pensiones de estos
ciudadanos ni matiza sobre su nivel de vida. Por supuesto, por enésima vez, nos
invita a que nos hagamos con un plan de pensiones privado para cuando
disfrutemos de la jubilación y no nos veamos encorsetados por una pensión
escasa, o sea, publicidad a favor de la
banca privada. Nos ha recordado que ahora
disfrutamos de una mayor calidad de vida, que tenemos menos enfermedades y que
disfrutamos más y mejor de nuestro tiempo libre… vamos, como si estuviéramos
obligados a pedir perdón por ello.
Estos detalles y los nuevos exabruptos del gobernador
del Banco de España los hemos escuchado en su comparecencia ante la comisión
del seguimiento de pacto de Toledo, que viene a ser como un encuentro entre
técnicos de alto nivel que buscan salidas a la enorme crisis económica que
viven las arcas de la Seguridad Social precisamente generada por la clase
política, que acude a ellas en busca de dinero para tapar otros agujeros y que
luego se les olvida reponer. La realidad
que conocemos del futuro de las pensiones está ligado al enfrentamiento que
tenemos con respecto al reto demográfico y el envejecimiento de la población,
de lo que se desprende que supone un menor número de cotizantes frente a un
aumento de los perceptores de las pensiones.
Pero como resulta que aceptando incluso un hipotético escenario de pleno
empleo, la reducción de la tasa de sustitución necesaria para garantizar la
sostenibilidad del sistema a medio y largo plazo debía ser muy elevada, el
gobernador del banco está convencido de que lo sensato es hallar soluciones por
dos vías: la reducción de la tasa de sustitución y el incremento de los
ingresos. Así, apoya decididamente retrasar la edad de jubilación basándose en
la esperanza de vida, las menores exigencias físicas de los tareas a
desarrollar, el retraso en la entrada al mercado laboral y las mejores
condiciones de envejecimiento.
Existe otra vía de financiación que deben explorar los
técnicos: destinar los fondos de la Seguridad Social únicamente a las pensiones
de jubilación y financiar el resto, como viudedad u orfandad, con los
Presupuestos Generales del Estado, lo que obligaría a reducir otros gastos
públicos o aumentar la imposición general, medida con la que el gobernador no
está de acuerdo porque entiende que
podría afectar al mismo tiempo al crecimiento económico. Dicho esto, opta por
mantener un mecanismo automático de equilibrio como el actual índice de
revalorización, aunque pueda ser reformado, y también ha emplazado a las
Administraciones públicas a que vuelvan al camino de la consolidación fiscal y reducción de la deuda
para situar las finanzas públicas en la mejor posición y afrontar así los retos futuros, que exigen una estrategia
amplia de política económica y la mayor transparencia posible. Ya veremos en
qué queda este ir y venir de la clase política con las pensiones debajo del
brazo.