Aunque con certeza no lo sabemos, sí que estaríamos de acuerdo en que se
creara un día mundial del cabreo, del no va más entre los ciudadanos del mundo
que reclaman por la infinidad de necesidades que padecen y justicia social para
sus causas. Ahora habría, además, que incorporarle el manifiesto reprobamiento
y rechazo del recién nombrado presidente de los Estados Unidos, que, por el
momento, y con enorme diferencia, capitanea los rechazos de la lista en la que
figuran exclusivamente presidentes de Estado y de Gobierno. Donald Trump, que
es noticia desde el primer día a nivel mundial desde que se dio a conocer, por
los desvaríos y excesos de todo tipo que ha protagonizado, se ha convertido en
una preocupación para el resto de la humanidad debido a que, siendo quien es y
representando a la nación que le ha aupado a lo más alto, en cualquier momento
puede armarse la marimorena y, oigan, ¿qué necesidad tenemos de vernos
involucrados en guerras suicidas porque a un mortal como nosotros se le
ocurriera apretar el botón nuclear o liarse a tiros y bombazos contra quien le
venga en gana en un santiamén? Bromas aparte, lo de la instauración de un día
mundial que capitalizara la totalidad de las quejas no reflejadas en ningún
calendario conocido ni avalado por organización alguna, no crean que no sería
bien recibido. Y es que, mientras tanto, ¿quién se encarga de controlar las
quejas de los desempleados, de los yayoflautas que exigen la devolución de su
dinero invertido en acciones preferentes, quién de la desmantelación del
ferrocarril en nuestra ciudad, quiénes de los desahuciados y las consecuencias
que se derivan de ponerlos de patitas en la calle…? Se trataría de buscar una
fecha concreta y de incorporar a ella las desgracias de la humanidad y quienes
las padecen que no han sido tenidas en cuenta entre las que sí están
controladas por la ONU o la OMS.
Algo
se tendrá que hacer para contentar a tanto desorientado como nos encontramos
por el camino. Recuerden que entre éstos no faltarían los que no tienen techo,
los que no hacen las tres comidas diarias, los que no disponen de medios
económicos para desenvolverse en la vida, los que sus países son invadidos sin
permiso, los que son masacrados por los peces gordos, los que hacen de conejillos
de indias cuando de probar material bélico se trata, los que no pueden beber
agua porque no disponen de ella, los que no pueden ni siquiera permitirse el
lujo de enfermar porque no tendrían medicamentos para su curación… Lo dicho,
millones de causas sin organización que las cuantifique ni asociación que las
ampare deambulan por todo el mundo huérfanas y sin futuro, a la espera de que
un alma caritativa controle su desamparo y proporcione algo de luz a su
maltrecha existencia. Dudamos de que alguien se apiade de ellas, y a las
pruebas nos remitimos, pero siempre nos quedará la satisfacción de la denuncia,
de hacer saber a quien quiera conocer la realidad en la que nos desenvolvemos,
que millones de personas mueren todos los años, y muy especialmente niños,
porque no tienen agua ni alimento que llevarse a la boca. Mientras tanto, miles
y miles de toneladas de alimentos se desperdician diariamente procedentes de
supermercados, de familias y restaurantes que sencillamente se deshacen de
ellos en los contenedores que encontramos en la calle. Por eso, el mensaje de
la campaña contra el hambre de Manos Unidas elegido para concienciarnos nos
parece muy acertado y viene a decirnos que no buscan exclusivamente a personas que aporten alimentos: “El mundo no
necesita más comida. Necesita más gente comprometida”. Ahora,
que cada uno saque sus consecuencias.