miércoles, 15 de febrero de 2017

MENOS COMIDA Y MÁS COMPROMISO

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Aunque con certeza no lo sabemos, sí que estaríamos de acuerdo en que se creara un día mundial del cabreo, del no va más entre los ciudadanos del mundo que reclaman por la infinidad de necesidades que padecen y justicia social para sus causas. Ahora habría, además, que incorporarle el manifiesto reprobamiento y rechazo del recién nombrado presidente de los Estados Unidos, que, por el momento, y con enorme diferencia, capitanea los rechazos de la lista en la que figuran exclusivamente presidentes de Estado y de Gobierno. Donald Trump, que es noticia desde el primer día a nivel mundial desde que se dio a conocer, por los desvaríos y excesos de todo tipo que ha protagonizado, se ha convertido en una preocupación para el resto de la humanidad debido a que, siendo quien es y representando a la nación que le ha aupado a lo más alto, en cualquier momento puede armarse la marimorena y, oigan, ¿qué necesidad tenemos de vernos involucrados en guerras suicidas porque a un mortal como nosotros se le ocurriera apretar el botón nuclear o liarse a tiros y bombazos contra quien le venga en gana en un santiamén? Bromas aparte, lo de la instauración de un día mundial que capitalizara la totalidad de las quejas no reflejadas en ningún calendario conocido ni avalado por organización alguna, no crean que no sería bien recibido. Y es que, mientras tanto, ¿quién se encarga de controlar las quejas de los desempleados, de los yayoflautas que exigen la devolución de su dinero invertido en acciones preferentes, quién de la desmantelación del ferrocarril en nuestra ciudad, quiénes de los desahuciados y las consecuencias que se derivan de ponerlos de patitas en la calle…? Se trataría de buscar una fecha concreta y de incorporar a ella las desgracias de la humanidad y quienes las padecen que no han sido tenidas en cuenta entre las que sí están controladas por la ONU o la OMS.

Algo se tendrá que hacer para contentar a tanto desorientado como nos encontramos por el camino. Recuerden que entre éstos no faltarían los que no tienen techo, los que no hacen las tres comidas diarias, los que no disponen de medios económicos para desenvolverse en la vida, los que sus países son invadidos sin permiso, los que son masacrados por los peces gordos, los que hacen de conejillos de indias cuando de probar material bélico se trata, los que no pueden beber agua porque no disponen de ella, los que no pueden ni siquiera permitirse el lujo de enfermar porque no tendrían medicamentos para su curación… Lo dicho, millones de causas sin organización que las cuantifique ni asociación que las ampare deambulan por todo el mundo huérfanas y sin futuro, a la espera de que un alma caritativa controle su desamparo y proporcione algo de luz a su maltrecha existencia. Dudamos de que alguien se apiade de ellas, y a las pruebas nos remitimos, pero siempre nos quedará la satisfacción de la denuncia, de hacer saber a quien quiera conocer la realidad en la que nos desenvolvemos, que millones de personas mueren todos los años, y muy especialmente niños, porque no tienen agua ni alimento que llevarse a la boca. Mientras tanto, miles y miles de toneladas de alimentos se desperdician diariamente procedentes de supermercados, de familias y restaurantes que sencillamente se deshacen de ellos en los contenedores que encontramos en la calle. Por eso, el mensaje de la campaña contra el hambre de Manos Unidas elegido para concienciarnos nos parece muy acertado y viene a decirnos que no buscan exclusivamente a personas que aporten alimentos:  “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida. Ahora, que cada uno saque sus consecuencias.