Nuestra provincia se mantiene
en el último puesto (o en el primero, según se quiera interpretar) en cuanto a
la generación de empleo u oferta de puestos de trabajo de todo el territorio
nacional. Que no es nuevo, por supuesto; que nos viene de lejos eso de cerrar
la lista de las provincias españolas con escaso futuro, también; que no estamos
solos, que los casi cuatro millones de desempleados se reparten más o menos
equitativamente por todo el territorio nacional, no es noticia. El problema es
que de ellos más de la mitad han perdido toda esperanza de conseguir dónde
emplear sus conocimientos, bien porque han cumplido los cincuenta años y ya no
los quiere nadie o bien porque su oficio se ha perdido por las nuevas
tecnologías, que han llegado como apisonadoras llevándose todo lo que han
encontrado a su paso. La tragedia la padecen, por tanto, personas con escaso
porvenir, lo que añade un peligroso plus a la viabilidad familiar en la que se
desenvuelven conforme se consolida la falta de lo más básico en el apartado
alimentación, además de los problemas añadidos que genera la escasez de dinero,
como es el caso de la electricidad, los plazos para los pagos comprometidos,
etc.
Las Administraciones sabemos
que trabajan con evidente esfuerzo y poco éxito en la solución de la desolación
que les llega en forma de peticiones de ayuda, pero o no han escogido bien los
elementos que demanda situación tan injusta o bien es que no saben, que todo
puede ocurrir. De hecho, es tal el movimiento interno al que se someten estos monstruos
burocráticos, que, hasta que llega la ayuda al beneficiario, por el camino se
han quedado más de la mitad de los recursos que se aportan para tal menester.
Por otro lado, en tiempos tan revueltos, con la huida de industrias
emblemáticas de terrenos independentistas, no estaría de más que se saliera al
mercado ofreciendo lo que por otra parte les sirve a nuestros políticos en sus
habituales discursos. En el caso concreto nuestro, que nuestra orografía lo
permite, que nuestra ubicación geográfica es única, que nuestros recursos son
muchos, que tenemos más días de sol que nadie, que nuestra gente está
preparada, que disponemos de fibra óptica, de terreno por ocupar de sobra… Y es
que, atendiendo el viejo refrán que aseguraba que era mejor enseñar a pescar
que dar de comer el pescado de otros, quizá sería mejor proporcionar menos
ayudas a cambio de puestos de trabajo.
Desde luego, si desde 2007, año en que se inició la crisis, no han sido capaces de hallar la solución a situación tan crítica, de ilusos será creer que aún estamos a tiempo de revertirla. Y aunque en realidad la clase política está precisamente para solventar los problemas de los ciudadanos que los soportan y de los que viven, ya ven ustedes que muchos de ellos han marcado sus prioridades desde frentes claramente egoístas, preocupados por su exclusivo futuro y decididos a instalarse de por vida en las cómodas y seguras poltronas del poder. Los enfrentamientos internos de los partidos políticos, los sucios negocios que los enfrentan, las tramas palaciegas en las que se desenvuelven, confirman que los ciudadanos hace años que estamos desamparados.