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Vaya por delante que de la
conexión que obligatoriamente debe existir entre el gobierno municipal y
nosotros, los ciudadanos, no sabemos nada. Sí que, al menos durante la campaña
electoral, se nos dijo que la situación iba a cambiar, que la fluidez sería
mayor y que los problemas, consecuentemente, se atenderían antes y mejor.
Luego, ya se sabe. De hecho, destaca la coincidencia (porque pensar que existe
entendimiento político entre el Partido Popular e Izquierda Unida no es una
buena idea) de la oposición con respecto al rechazo del presupuesto municipal
para este año, concretamente porque aseguran que no ha existido participación
ciudadana en su confección. Visto así, con denuncia tan flagrante, lo menos que
podemos hacer es cuestionar la existencia de una línea directa entre el
ciudadano y la institución. Es cierto que se ha creado una oficina que permite
a quienes tengan que vérselas con las normas municipales en vigor, y parece que funciona. Claro que evitar al
ciudadano tener que vérselas con dos o tres funcionarios, andando de mesa en mesa, en busca de la
información que precisa para solventar su problema, cualquiera lo agradece. Sin
embargo, también es cierto que existe una cuidada campaña de la que se
desprende que los concejales y el propio alcalde huyen del encuentro con los
vecinos, muy aficionados que son a esperarlos a la entrada al palacio municipal
y allí requerirles opinión, consejo o trabajo, que de todo encontramos. Por el
momento, éstos lo han desmentido y demostrado con datos, por lo que estamos
obligados a creer a quien da la cara y no a los que dedican parte de su tiempo
y esfuerzo a empañar la imagen de sus compañeros de corporación, pero no de su
partido.
La distancia que
interesados políticos locales construyen meticulosamente para evitar el
fortuito encuentro con quienes son moradores de la misma ciudad, viene de muy
lejos; lo mismo que la figura del populista, ese que todo lo que hace, aunque
aparentemente se trate de su forma de ser o de entender su cargo, lo cuida al
detalle y con un objetivo concreto: convencer a quien lo vea de su proximidad,
de su cercanía con los problemas de la ciudad y de su campechanismo. Levantarse
temprano, recorrer la ciudad, saludar a todo el que se cruce con él y compartir
el primer café, al menos entre nosotros, siempre ha sido muy bien valorado y,
luego, a la hora del voto, muy tenido en cuenta por parte del agradecido
ciudadano. Evidentemente, todo son ventajas a cambio de un esfuerzo llevadero,
sobre todo sabiendo que los problemas que comparten con ellos les entran por un
oído y les sale por el otro. Nosotros, quizá porque ya hemos visto demasiadas
banalidades inútiles y postureos políticos, estamos por lo otro, por lo que
asomarme menos al balcón y trabajar más en favor de una ciudad más compensada
socialmente. Es más, no deseamos otra construcción ciudadana que no camine por
estos derroteros, ya que de lo que se trata es de ir corrigiendo las
desigualdades propias que genera una crisis como la que arrastramos desde hace
años, con demasiadas familias abandonadas por el camino, y de la que no hemos
sido capaces de sacar provecho luego de tantos años padeciéndola y escuchando
al mismo tiempo discursos triunfalistas anunciando que todo va bien. No sabemos
si este desencuentro tan clamoroso se debe a la habitual falta de comunicación
entre la clase política y la ciudadanía, pero lo que sí sabemos es que es una
injusticia.