Conforme
vamos conociendo la particular crisis que vive estos días el grupo de Podemos,
especialmente entre errejonistas y pablistas, comprobamos que aumentan las
coincidencias con los partidos de toda la vida, esos que los recién llegados
llamaban casta menospreciando su implicación en política y responsabilizándolos
de todos los males del país. Ahora vemos que también ellos, como le ocurre al
PSOE, viven sus peores momentos y que su futuro antes de Vistalegre II, que es
como se conoce a la asamblea que tendrá lugar en esa zona de Madrid la próxima
semana, no parece del todo claro. Evidente y descaradamente, es el poder lo que
persiguen ambos líderes, aunque en el caso de Pablo Iglesias es quizá demasiado
visible, inquietante e incongruente con los postulados que nos ha proporcionado
desde que apareció en la escena política.
Entre
lo que vemos y entre lo que nos cuentan los interesados, que debe ser muchos,
en difamar su trayectoria personal y política, entroncándolo a él y su
organización con gobiernos tan diferentes como el de Venezuela o el de Irán, de
los que se supone que han recibido muchísimo dinero, la realidad es que difícil
lo tienen. De hecho, con solo leer la última encuesta del CNI, el Centro
Nacional de Inteligencia, comprobamos que este grupo, por primera vez desde que
apareció en la política nacional, desciende significativamente con respecto a
la última consulta ciudadana. Sube el PSOE, dicen porque sus propios votantes
han agradecido el apoyo que hizo en su día facilitando con su abstención la
investidura del señor Rajoy, y desciende el apoyo popular del resto, es decir,
Partido Popular, Podemos y Ciudadanos.
Está
claro que son las cosas propias de la política, o el cansancio de los
consultados o el hartazgo que de política tiene en general la ciudadanía, lo
que permite este tipo de fluctuaciones que, aunque no son importantes por el
número o la cantidad, sí por el cambio de tendencia que los especialistas de
los diferentes partidos políticos observan de las encuestas que van conociendo.
En el caso concreto de la formación morada, lo que peor se ha interpretado en
la calle ha sido el enfrentamiento en público de sus dos líderes y de sus compañeros
más allegados, que se han mordido la lengua hasta ahora, pero que, una vez
levantada la veda, se han dedicado a tiempo completo a menospreciar la labor y
el papel que juegan ambos bandos. La guerra está servida y ahora le toca al
militante o simpatizante colocar a cada cual en el lugar que entiende les
corresponde, aunque a estas alturas, luego de tan dañina y maledicente
palabrería, mucho nos tememos que la desconfianza imperará a lo largo y ancho
de la asamblea y que las consecuencias que se derivarán serán, sobre todo, el
desencanto de la gran mayoría de personas de esta formación política que
observan preocupados el desmantelamiento de su sueño, de un país más compartido
y una riqueza distribuida más justamente.
Lo
quieran o no, lo de tener acceso a los medios de comunicación de forma tan
fácil como rápida acaba proporcionando ciudadanos comprometidos que no acaban
de entender que quienes llegaron hablándoles de una democracia desconocida,
renovadora e incluso radical, ahora estén jugando a lo mismo de los de siempre,
es decir, a ver quién consigue el poder absoluto y así poder hacer y deshacer
como le venga en gana. Entre su crisis y la penosa escena que protagonizan
algunos de los gobiernos municipales que gestionan en ciudades como Barcelona,
Madrid, A Coruña o Cádiz, se entiende que desciendan los apoyos que
consiguieron en tiempos heroicos.
Desde
luego, a tiempo están de corregir los errores que se han dejado ver en público
y con cámaras grabándoles. Lo que sí sabemos es que no tanto dependiendo del
resultado de Vistalegre II y sí de lo que resulte tiempo después, esta
formación política saldrá reforzada, pero en todo caso herida. A partir de ahí,
encontrar al curandero que la devuelva sana y salva al lugar de donde vino, es
cosa de ellos. Si es que existe, naturalmente.