viernes, 10 de marzo de 2017

GUERRA ABIERTA AL AUTOMÓVIL

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La guerra en contra del automóvil viene desencadenándose desde hace años, ciertamente, pero está siendo ahora cuando más se nota la presión de los ayuntamientos y del propio Gobierno, además de los colectivos que luchan por un ambiente más limpio. Es evidente que no sirve de nada la aportación económica que hacemos a las arcas del Estado y que representan miles de millones. Desde el momento de la compra, ya estamos generando empleo directo en la propia fábrica y, enseguida, en el banco en donde se nos proporcionará el préstamo para adquirirlo; detrás, la compañía aseguradora, que se encargará de colocarnos un seguro a todo riesgo al menos hasta que paguemos el dinero que nos han prestado. Naturalmente, ¿vamos a dejar el coche en la calle aparcado? Pues no; antes le habremos buscado un aparcamiento próximo a casa en donde dejarlo con seguridad, lo que también genera dinero a la empresa o el particular que nos lo alquile. El concesionario oficial de la marca o el taller autorizado también se dispone a engrosar su facturación, puesto que es usándolo es como el desgaste, las averías propias que aparecen con el uso y los arañazos y los golpes que recibirá a lo largo de su vida útil suponen la viabilidad de muchos de los negocios creados alrededor del automóvil. Y no digamos nada del combustible, del que dependeremos el tiempo que mantengamos el vehículo en nuestro poder, y ya vemos cómo se las gastan las petroleras en cuanto tienen oportunidad y con el permiso del gobierno.

Por supuesto, al Estado hay que pasarle los ingresos por el IVA y los impuestos correspondientes no solo por la compra, sino de todos los elementos que le incorporemos, y al ayuntamiento el impuesto de circulación de vehículos, el conocido como sello y que, en contra de la opinión de algunos usuarios, no tiene como destino el generar aparcamiento gratuito en la vía pública. De hecho, el coche, aparcado y sin moverlo, nos pasa factura diaria y no crean ustedes que es poco. Con solo sumar los gastos generales y obligatorios, como el seguro, el aparcamiento y el impuesto municipal, nos dan una idea de lo que en realidad nos supone adquirir un automóvil solo como gustazo y también porque tenemos todo el derecho del mundo a conseguirlo. Ah, y que no se les olviden los neumáticos, que también se llevan un buen pellizco de la cuenta corriente; y, claro, los sucesivos lavados que le haremos para estar en condiciones y en perfecto estado de revista. No, no se nos olvidan las multas que nos caerán por cualquier descuido o exceso, especialmente circulando por la ciudad por aquello del aparcamiento indebido.


Con todo, el aumento de las ventas se mantiene en los mismos niveles del año pasado y sin ayudas estatales a la compra de un coche nuevo, que siempre se agradece. Bien, pues a todo lo que les hemos contado súmenle ustedes el hecho de que, por ejemplo, Barcelona ya prohíbe la circulación de vehículos con  más de veinte años; el Gobierno, por su parte, usa la edad de los automóviles para recordarnos la importancia de adquirir uno nuevo porque evitaremos accidentes, y las marcas anunciando que a partir del 2020 dejarán de fabricar motores diésel. Con un panorama tan desagradable, lo de comprarse un coche parecería que echaría para atrás a más de uno, pero ya les hemos dicho que las ventas se mantienen en los mismos niveles del año pasado. Eso sí, independiente de las previsiones que cada uno tengamos, lo de elegir qué tipo de coche queremos y especialmente el motor se impone si queremos evitar problemas en solo unos años. Buscar entre los eléctricos y los híbridos, además de los gasolina, no sería una mala idea. Con todo, eso es algo que le corresponde exclusivamente al comprador. Con todo, feliz compra. Y a disfrutarlo.