
La peña Peregrinos del Alba ha
vuelto a demostrar que cuando se quiere, se puede; que cuando se trabaja desde
el más profundo de los convencimientos, el resultado siempre es positivo. En el
caso concreto de la decimotercera edición de su anual subida al santuario para
los jóvenes, el éxito les ha vuelto a sonreír y podemos afirmar, sin atisbo de
duda, que lo han conseguido. Antes, con meses de anticipación, los componentes
de este grupo de amigos han trabajado duro para conseguir que la intendencia,
la ruta como tal, el equipamiento distintivo de los andarines y el resto de
complementos que demanda una ascensión de este tipo, con la infinidad de
contratiempos que suelen aparecer ya en el camino, se hayan solventado sobre la
marcha. Agradecidos que son, para ellos el comportamiento de quienes les ayudan
a encontrar los bocadillos, el agua y el habitual y ansiado desayuno en San
Ginés, que tanto ayuda a los no iniciados a recuperar fuerzas, lo anteponen a
cualquiera de sus esfuerzos. Desde el Obispado al Ayuntamiento, pasando por
gentes generosas y desconocidas, y firmas comerciales que aportan su esfuerzo
para equipar a tanto peregrino, la peña, sus integrantes, no dejan de
agradecerles su inmenso cariño hacia sus propuestas desde que en el seno de la
asociación tuvieron la idea de organizar anualmente una subida al santuario
para jóvenes.
La consecuencia más inmediata,
sin duda que lo que ocurrió en la basílica-santuario el domingo por la mañana,
con miles de peregrinos ocupando todo el espacio disponible, miles de
necesidades de todo tipo paliadas por los establecimientos y las gentes de la
zona, y que el aspecto que ofrecía el bendito paisaje estuviera más en
consonancia con la propia romería que con un domingo de marzo. Si tenemos en cuenta
que, a la par y sin cita previa con los romeros, ante la patrona se presentaron
también los representantes de peñas y hermandades de otras ciudades que
celebraban su encuentro anual con la Morenita, se entiende que tal número de
personas aportaran no solo la pasión y el amor por la Virgen de la Cabeza
propio de quienes lo han demostrado caminando hasta sus plantas de la patrona,
sino una estampa repetimos más propia del último fin de semana de abril.
La peña Peregrinos del Alba
confirma con su convocatoria y la organización de un evento de características
tan particulares, que el trabajo que queda por hacer es mucho y que el resto de
peñas no acaba de entregarse a algo más que no sea ascender al santuario en
carreta una vez el año. Afortunadamente, Peregrinos del Alba no están solos,
porque son cientos las personas que, ligadas a otros romeros con mucha historia
a sus espaldas, mantienen viva la llama de la pasión y la devoción por la
Virgen de la Cabeza. No obstante, se debe ir más lejos, iniciar y consolidar
nuevos proyectos y compartirlos con las gentes de buena fe que se apasionen por
nuestras creencias y nuestra historia. El hecho de que, como mínimo, cinco mil
jóvenes hayan recorrido por el camino viejo la distancia que nos separa de la
basílica-santuario y que al llamamiento respondan más jóvenes peregrinos que en
ediciones anteriores, debe entenderse como un excepcional trabajo de
evangelización, de una tarea dura desarrollada con la exclusiva ayuda del
esfuerzo de quienes se implican en la organización de un encuentro que, por su
número, por la falta de información de muchos de los que acuden a la llamada y
a veces hasta por el inadecuado equipamiento personal de algunos de ellos, no
deja de ser una gran aventura. El que haya salido bien un año más, el que la
logística de la travesía haya cumplido con rigor lo previsto y el hecho de que
estos días entre los jóvenes de la provincia no se hable de otra cosa, nos debe
servir para agradecer a la peña Peregrinos del Alba y a quienes les hayan
ayudado, no solo su esfuerzo, sino su
gran amor por la patrona. Y todo porque ante actos de tanta magnitud, tan
trascedentes, si no existe pasión y amor, sencillamente no son posibles
realizarlos.