Cuenta la crónica social y
política catalana, que sus empresas, que sus productos más emblemáticos, han
perdido miles de millones de euros por la caída de sus ventas. Y es así si
comprobamos que mientras Madrid recibe a diario a empresas con intención de
instalarse en su territorio, en Barcelona huyen en el mismo número hacia
lugares en los que no peligren sus respectivas producciones. Comprobamos, pues,
que independientemente de que estos empresarios sean o no catalanes de lengua y
corazón, lo de la pela es la pela y allá donde les aseguren mercado y por tanto
continuidad para sus inversiones y la correspondiente rentabilidad, es donde
finalmente asientan sus reales y se dedican a lo que mejor se les ha dado a lo
largo de los años. Lo que extraña es que siendo estos señores, los ciudadanos
catalanes en general, tan inteligentes como presumen y tan virtuosos en todo,
no hayan caído, antes de iniciar el proceso de separación del Estado, en la
cuenta de que el resto de ciudadanos, por muy torpes que seamos para ellos, por
muy analfabetos que aseguran en sus diferentes opiniones que somos, iban a
permanecer impasibles ante el demoníaco ataque que han emprendido en contra del
resto de España. Para una gran mayoría de ellos, los españoles los robamos,
esquilmamos sus beneficios y los sometemos a todo tipo de vejaciones. De hecho,
muchos de sus dirigentes más destacados (también en lo de robar dinero público
sobresalen del resto) afirman en mítines y congresos que, por ejemplo, en
Andalucía no paga nadie, ni siquiera “la mare de Deu”, que ya es decir. Que lo
nuestro, lo que de verdad nos va, es dedicarnos a disfrutar del bar desde la
mañana a la noche mientras que ellos están todo el día generando ganancias para
sus empresas. De entre los más radicales independentistas, miren ustedes por
dónde, los que en su día emigraron desde Andalucía a tierras catalanas en busca
hogar en donde vivir y empleo del que disfrutar, que no dudan en apoyar lo que
escuchan de sus próceres políticos. El Rufián ese, el chico de Izquierda
Republicana, sin ir más lejos, tiene sus raíces, y profundas, en La Bobadilla,
muy cerca de Alcaudete, y ya lo ven, no solo habla perfectamente catalán, sino
que reclama para Cataluña la independencia y afirma sin ruborizarse que en
Andalucía somos todos unos subvencionados que vivimos de la limosna que nos
llega desde Cataluña. Y si no lo ha dicho, lo piensa.
Que el resto del Estado,
cansados los ciudadanos de recibir los exabruptos de tanto catalán
independentista sin justificación alguna y firmando mentiras como catedrales,
deje de comprar productos de esa hermosa tierra, que desde hace unos años
compruebe la procedencia de lo que se compra cuando antes solo miraba la fecha
de caducidad, que algunos de esos productores ahora se lamenten de la caída de
las ventas sufrida por su fabricados, sinceramente no lo entendemos. ¿Tan
analfabetos nos han creído como para convencerse de que aceptaríamos sin más no
solo la independencia, sino que lo hagan a base de mentir sobre el resto de españoles,
colgándoles los sambenitos conocidos, mientras a las personas que de verdad
deberían eliminar son precisamente sus dirigentes, de los que se ha comprobado
se han dedicado a enriquecerse a costa de su dinero? Que en estos momentos
España entera se beneficie de la exigencia de los catalanes reclamando su
independencia acogiendo a las empresas que desde allí deciden ubicarse en otros
lugares del Estado, entendemos que es lo menos que puede devenir de una
situación preocupante por los derroteros que han escogido para exigir sus
demandas. Si además vemos que sus dirigentes lo hacen con urgencia, todos
sabemos el por qué, ya que, de conseguir la independencia, no serían juzgados
por la justicia española, y saben con total certeza que acabarían con sus huesos
en la cárcel.