jueves, 16 de marzo de 2017

PRONTO NOS QUEDAREMOS SIN SIERRA

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Por fin, y después de infinidad de reclamaciones oficiales y de afectados, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir se ha enfrentado con unas de sus responsabilidades en nuestra ciudad y estos días limpia los arroyos que desembocan en el Guadalquivir y que en tan mal estado se encontraban. Naturalmente, justo en estos puntos los trabajadores se han encontrado con todo tipo de elementos que demandaban su retirada para conseguir la fluidez que necesitan las aguas que recorren estos arroyos. Y cuando decimos todo tipo de elementos, queremos dejar claro que no solo se ha tratado de los matorrales propios de estos terrenos y sí de todo lo que nos sobra: lavadoras, frigoríficos, colchones, restos de muebles, neumáticos, etc. Se confirma, una vez más, que somos los mayores depredadores de la naturaleza, los más decididos y los que menos escrúpulos mostramos cuando de lo que se trata es de dañar el medio ambiente. ¿Para qué acercarnos al punto limpio y dejar allí lo que nos sobra si tenemos el arroyo más a mano? Que demos una imagen poco agradable a los demás no nos preocupa tanto como el mal que hacemos allí donde ponemos nuestros reales. ¿Ejemplos? Con solo darse un paseo por el camino viejo veremos de cerca la esencia misma del ser humano para hacerse daño a sí mismo, porque si no caemos en la cuenta de que este tipo de comportamientos finalmente nos pasarán factura a todos, mal asunto. Bien, pues el espectáculo está servido: camino infectado de restos de comida, plásticos, latas, cartones, cristales… Después de tantos años, de tantas denuncias, de tantos avisos de que hemos tocado fondo, de que la sierra no puede más, no faltan a la cita los que siguen usando sus caminos exclusivamente para mancharlos con sus detritus, con los vergonzosas huellas que dejan en la totalidad del recorrido.


Este fin de semana, de nuevo miles de jóvenes se pondrán en marcha en la madrugada del sábado con el objetivo de encontrarse con la patrona en su basílica-santuario y rendirle pleitesía. Peregrinos del Alba convoca y la respuesta es mayúscula, superando las tres mil personas y todas con el mismo interés e ilusión. El esfuerzo será lo de menos; lo que de verdad importa es arrodillarse en el templo y rezar a la patrona. En ocasión tan importante, en la que miles de almas de los más jóvenes tendrán la oportunidad de patearse el camino que antes miles y miles de peregrinos hicieron, conviene que la organización, que sabemos se empeña en el detalle con gran esfuerzo, y los propios protagonistas asuman su papel y no caigan en el error de manchar lo que no es suyo, porque recordemos que, en el campo, nosotros somos meros invitados y debemos comportarnos como tal, o sea, educados y respetuosos. El esfuerzo de las Administraciones en favor del mantenimiento de lugar tan salvaje como majestuoso es evidente que tiene un límite y que no siempre puede estar invirtiendo en las sucesivas recuperaciones a los que entre todos les obligamos. Los que por esos maravillosos caminos deambulamos, no caer en la cuenta de que somos ejemplo a seguir es perder la oportunidad de enseñar a quienes no tienen costumbre de cuidar el medio ambiente, por lo que, seamos de dentro o de fuera, tenemos contraída una obligación con la sierra que no necesita de contrato que firmar: mostrar en todo momento un comportamiento coherente y riguroso, y abandonar las compartidas costumbres de tirar al suelo lo que nos sobra, de lo que tenemos muestras más que de sobra y que han conseguido que el paisaje esté intervenido por nuestra propia basura.  Evidentemente, se trata de una manifiesta incultura medioambiental, pero es que o aprendemos pronto o no tardaremos en quedarnos sin sierra.