martes, 18 de abril de 2017

COMPARTIENDO RESPONSABILIDADES

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Que nadie crea que la preocupación de quedar bien por la convocatoria que hace la ciudad con motivo de nuestra romería, es algo que no nos compete a todos y que debería estar presente en todos y cada uno de nosotros, porque se equivoca. Que a nadie se le olvide, también, que en citas de tanta trascendencia popular, de tanta raigambre como el encuentro anual con la Morenita, cuando se movilizan miles y miles de personas y sus correspondientes vehículos, que a nosotros también nos toca parte de la responsabilidad por llevar a buen puerto el día después del encuentro mariano. Que ojalá sean pocos, escasos, los que andan en el egoísta desconocimiento y asumen que todo el monte es orégano, y hacen y deshacen como si su comportamiento y actitud no dañaran el entorno de forma, a veces, irrecuperable. Que la romería es de todos, los de dentro y los de fuera, y que todos debemos sumarnos al interés general en la consecución de una celebración en paz y concordia, que para eso atendemos la llamada de la patrona y por eso acudimos al cerro, y no tanto para despotricar y mostrar nuestra peor cara a los demás.

Para la romería de la Virgen de la Cabeza se movilizan miles de personas desde las Administraciones responsables y todas con un fin común: ayudar al romero y peregrino en sus necesidades más puntuales y justificadas. Que éstos acepten de buena gana las reglas que deben hacer respetar, acceder a las zonas comunes manteniendo orden y control sobre sí mismos, ubicar sus pertenencias donde se les indique e intentar en lo posible cuidar el entorno con los mandamientos que deben cumplir las gentes de buena fe que acuden a los pies de la Morenita, también nos debe importar. En realidad, es urgente la implicación general de las personas que acuden a vivir la cita romera en algo tan elemental como es la romería del año que viene, porque de otra forma las consecuencias propias del descuido y el maltrato estamos seguros que acabarán dándonos un serio disgusto. Por el momento, conociendo el número de personas que se dan cita el último fin de semana de abril y, lo que no es menor, los que visitan la basílica-santuario a lo largo del año, la situación medioambiental del entorno compartido es realmente penosa, que no otra cosa le ocurre al camino viejo o de herradura, que de tanto ir y venir gentes sin escrúpulos y absoluto desconocimiento de las reglas del civismo más elemental, se cae a pedazos. No importan las campañas de concienciación que se programen ni los mensajes en favor del control de las basuras que generemos. Es más, algunos, cuando escuchan que si son capaces de subir al cerro cargados con los 300 gramos de peso de una lata o un botella y luego, una vez consumido su contenido, no lo son de mantenerla hasta encontrar un contenedor o lugar en donde depositarla, no son otra cosa que unos guarros, no muestran arrepentimiento alguno y desde luego que lo harán tantas veces como les venga en gana.


Es un hecho, preocupante por supuesto, que sean miles los esfuerzos económicos, intelectuales y físicos que genera la romería y que luego, una vez en marcha, no seamos capaces nosotros, precisamente para los que se ha organizado, de poner algo de nuestra parte en detalles tan elementales como son la convivencia, el buen gusto y el saber estar. Naturalmente que es una pena, pero lo peor es que no atisbamos ni siquiera desde lejos indicio alguno de que la cita romera muestre interés por cambiar, aunque fuera poco a poco. Evidentemente, una asignatura por aprobar que nos tememos nos durará aún muchos años.