jueves, 4 de mayo de 2017

ARENA EN LAS CALLES

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Hoy nos aproximaremos a un tema que seguro traerá polémica, quizá no tanto entre la ciudadanía como entre la clase política. Se trata de la arena que cada año, con motivo de la romería, se deposita en las calles del centro de la ciudad, especialmente en aquellas por las que discurre el paso de las caballerías. La razón de que hoy le demos protagonismo no es otra que la incongruencia que supone que propios y extraños, comerciantes y vecinos, pasantes y la clientela habitual de los comercios en ellas radicados, tengan que vérselas con la arena en cuestión, que recordemos aporta suciedad se mire por donde se mire, polvo en suspensión en cantidades industriales en viviendas y, sobre todo, en comercios, que es donde se ha iniciado una decidida lucha en favor de que se encuentre la solución que evite la actual y que los caballos, yeguas, mulas y burros, y sus respectivos jinetes, puedan usarlas las calles con la seguridad que exigen sus características. Entre otras soluciones, una de ellas es la que más apoyo ha encontrado y la que queremos compartir con quienes tengan a bien leernos o escucharnos: que si no existe otra solución que evite volcar la arena sobre las calles aludidas, que se programe su retirada justo desde el momento en el que, el sábado por la mañana, salen hacia el santuario los romeros sobre sus monturas. Las razones que se aportan no son cosa menos, porque es cierto que se evitarían los males que ahora sufren, se conseguiría retirarla más cómodamente al no tener que realizar el trabajo compartiéndolo con peatones y las habituales furgonetas que acuden a diario al centro para entregar la paquetería que transportan y se podría acabar justo para que a la vuelta al trabajo, después del lunes de resaca, la ciudad estuviera inmaculada. Una vez metidos en gastos romeros, que se le añadan unos cuantos miles más para evitar lo que es evidente no agrada a nadie, y las razones son tan obvias que no vale la pena que las repitamos, tampoco creemos que suponga un esfuerzo al que no podamos acudir. Andújar no puede ni debe estar condicionada como lo está desde el viernes de romería hasta hoy, jueves, que es cuando por fin se ha retirado del todo la arena. Casi una semana.

Que el problema viene de lejos, lo sabemos; que no hemos sido capaces de hallar la solución que al menos lo palíe, a la vista está. Sin embargo, sabemos que nunca ha caído bien entre la ciudadanía el que se  cubran algunas de nuestras calles más emblemáticas con arena. Y así lo ha manifestado todos los años y siempre que ha tenido oportunidad de expresarse. En nuestra hemeroteca nos sobran los ejemplos de programas realizados con este objetivo y en todos comprobamos que se rechaza. De hecho, durante unos años se estuvo buscando la fórmula que acabara con los resbalones de las caballerías, que no por otra razón se deposita la arena en la calle, y fue entonces cuando conocimos que estaba inventado, que existía una especie de funda para la pezuña del animal que evitaba los resbalones. Pero no prosperó; no conocemos las razones oficiales ni las particulares. Simplemente se dejó morir y hasta hoy. No obstante, la situación exige que se le dedique tiempo e imaginación a buscar la salida a un problema, que lo es, que padecen miles de personas en la ciudad.

Si es asunto que el dinero público pueda solucionar, hágase; si es cosa de particulares, exíjase. La próxima romería sería deseable que no aparecieran de nuevo las consecuencias que se derivan de una forma de salir del paso que, por los años que lleva implantada y por el rechazo ciudadano que acumula, merece ser reconsiderada