Hoy nos aproximaremos a un
tema que seguro traerá polémica, quizá no tanto entre la ciudadanía como entre
la clase política. Se trata de la arena que cada año, con motivo de la romería,
se deposita en las calles del centro de la ciudad, especialmente en aquellas
por las que discurre el paso de las caballerías. La razón de que hoy le demos
protagonismo no es otra que la incongruencia que supone que propios y extraños,
comerciantes y vecinos, pasantes y la clientela habitual de los comercios en
ellas radicados, tengan que vérselas con la arena en cuestión, que recordemos
aporta suciedad se mire por donde se mire, polvo en suspensión en cantidades
industriales en viviendas y, sobre todo, en comercios, que es donde se ha
iniciado una decidida lucha en favor de que se encuentre la solución que evite
la actual y que los caballos, yeguas, mulas y burros, y sus respectivos
jinetes, puedan usarlas las calles con la seguridad que exigen sus
características. Entre otras soluciones, una de ellas es la que más apoyo ha
encontrado y la que queremos compartir con quienes tengan a bien leernos o
escucharnos: que si no existe otra solución que evite volcar la arena sobre las
calles aludidas, que se programe su retirada justo desde el momento en el que,
el sábado por la mañana, salen hacia el santuario los romeros sobre sus
monturas. Las razones que se aportan no son cosa menos, porque es cierto que se
evitarían los males que ahora sufren, se conseguiría retirarla más cómodamente
al no tener que realizar el trabajo compartiéndolo con peatones y las habituales
furgonetas que acuden a diario al centro para entregar la paquetería que
transportan y se podría acabar justo para que a la vuelta al trabajo, después
del lunes de resaca, la ciudad estuviera inmaculada. Una vez metidos en gastos
romeros, que se le añadan unos cuantos miles más para evitar lo que es evidente
no agrada a nadie, y las razones son tan obvias que no vale la pena que las
repitamos, tampoco creemos que suponga un esfuerzo al que no podamos acudir.
Andújar no puede ni debe estar condicionada como lo está desde el viernes de
romería hasta hoy, jueves, que es cuando por fin se ha retirado del todo la
arena. Casi una semana.
Que el problema viene de
lejos, lo sabemos; que no hemos sido capaces de hallar la solución que al menos
lo palíe, a la vista está. Sin embargo, sabemos que nunca ha caído bien entre
la ciudadanía el que se cubran algunas
de nuestras calles más emblemáticas con arena. Y así lo ha manifestado todos
los años y siempre que ha tenido oportunidad de expresarse. En nuestra
hemeroteca nos sobran los ejemplos de programas realizados con este objetivo y
en todos comprobamos que se rechaza. De hecho, durante unos años se estuvo
buscando la fórmula que acabara con los resbalones de las caballerías, que no
por otra razón se deposita la arena en la calle, y fue entonces cuando
conocimos que estaba inventado, que existía una especie de funda para la pezuña
del animal que evitaba los resbalones. Pero no prosperó; no conocemos las
razones oficiales ni las particulares. Simplemente se dejó morir y hasta hoy.
No obstante, la situación exige que se le dedique tiempo e imaginación a buscar
la salida a un problema, que lo es, que padecen miles de personas en la ciudad.