Los números son lo que son y,
si nos atenemos estrictamente a lo que nos dicen, su contundencia no admite
peros; son lo que son y así debemos observarlos. Por eso las noticias
relacionadas con el tráfico y los accidentes suelen ser así de escuetas y
frías: quince personas han fallecido en los trece accidentes
mortales ocurridos en las carreteras españolas durante el puente del primero de
mayo y el día de la comunidad de Madrid, cinco más que en el del año pasado si
bien el del presente ejercicio ha contado con una jornada más. Desde las tres
de la tarde del viernes hasta las doce de la noche del martes, otras diez
personas resultaron heridas en dichos accidentes. El día más siniestro fue el
sábado, con seis muertos y dos heridos en seis accidentes, seguido del lunes,
con cuatro fallecidos y tres heridos en dos siniestros. El domingo hubo tres
muertos y un herido en tres accidentes, mientras que el martes se contabilizaron
dos fallecidos y cuatro heridos en dos siniestros. Desde las tres de la tarde a
las doce de la noche del viernes no se registró ningún accidente mortal. Cuatro
de los fallecidos eran motoristas y siete accidentes fueron por salidas de la
vía, a los que hay que sumar cuatro colisiones, un atropello a un peatón y otro
a un ciclista. Nueve de los siniestros se produjeron en carreteras
convencionales, tres en autovías y uno en un camino vecinal. Como vemos, de
nuevo las carreteras convencionales o secundarias han vuelto a ser las que más
accidentes mortales han registrado. También comprobamos que, de nuevo, los
motoristas han intervenido en la acumulación de accidentes mortales, con cuatro
de ellos fallecidos.
El fenómeno
motero o motorista, si tenemos en cuenta que el buen tiempo está por
consolidarse, y que es cuando en general deciden salir a la carretera casi
siempre por placer, convendría que desde el propio colectivo y la autoridad de
Tráfico se iniciaran los replanteamientos en curso en busca de las causas que
mayoritariamente intervienen en el accidente; las razones lo aconsejan, ya que
desgraciadamente no suelen faltar a las estadísticas del fin de semana en
número de dos o tres y las razones siguen sin ser detectadas. La más aceptada
entre ellos mismos es cuando menos preocupante, porque insisten en que el
problema reside en la bisoñez de una gran mayoría de los usuarios de este tipo
de vehículos, exigentes con quienes las conducen y que en muy pocas ocasiones
nos dan una segunda oportunidad. Nuestra experiencia nos dice que, además,
debemos sumar los excesos de velocidad que comparten con normalidad peligrosa,
dando la sensación de que para ellos no existen limitaciones que les coarten la
famosa libertad que pregonan aporta la motocicleta.
El resto de la
accidentalidad acumulada a lo largo de estos días festivos, como viene siendo
normal, ha sido protagonizada por el cansancio, la distracción y los excesos
propios de quienes se cargan de razones para justificarse ante sí mismos y sus acompañantes
asegurando que tienen prisa. ¡Ay, las prisas! Qué cantidad tan espeluznante de
personas se han llevado a la tumba en la flor de la vida, cuántas vidas y
familias destrozadas por falta de decisión y de sentido común. Nadie en su sano
juicio aportaría razones en cantidad suficiente como para convencernos de que
su necesidad de llegar al lugar al que deben desplazarse están obligados a
realizarlo en un tiempo muy superior al lógico si nos atenemos a las
limitaciones de Tráfico y la realidad de la carretera. Siempre habrá tiempo
para informar de que, razones ajenas a nuestra voluntad, nos han retrasado y
que llegaremos un poco más tarde. Aceptaríamos cualquier decisión menos la de
llegar sí o sí, sencillamente porque es imposible.