Lo sabíamos, pero deseábamos
tanto que no fuera así, que al día siguiente, justo cuando se levantara el gran
campamento que se forma los días de romería, los alrededores quedaran limpios
como estaban cuando llegamos, que quizá por eso nos ha dolido más de lo
habitual. Lo hemos repetido y cada vez nos convencemos más que no tenemos
solución, que no aprenderemos nunca y que seguiremos infringiendo daño al
campo, que es como generalmente conocemos a la naturaleza, esa que nos permite
respirar y vivir con algo de normalidad. El paisaje, sinceramente, dantesco;
las consecuencias, vaya usted a saber, porque aunque aceptemos que la
naturaleza es sabia, que su capacidad de regeneración es infinita, o al menos lo
parece, cada romería muestra más heridas difícilmente recuperables. Desde
luego, cuando a alguien se le ocurra una medida aceptada por la mayoría,
cuando alguien decida que hasta aquí
hemos llegado e imponga medidas que nos encorseten, que nos limiten la
diversión como la conocemos, no faltarán los que presenten sus quejas y se
organicen para eliminarlas. Y es que somos capaces de unirnos para cualquier
bagatela y no lo somos cuando de verdad el asunto es urgente, como es el caso
que nos ocupa, con un entorno del santuario y del poblado que hemos dejado
hecho un asco. Las brigadas de limpieza, que corren a cargo de los bolsillos de
quienes aquí pagamos los correspondientes impuestos, serán las encargadas de
recuperar en lo que les sea posible y tratarán
de poner orden en un paisaje en el que, por descontado, no han faltado
la lavadora, el frigorífico, los colchones, los somieres, sofás, sillones y
miles de cascos de botellas de cristal y de plástico. Los que se pregunten la
razón de que una lavadora sea trasladada hasta el lugar y allí abandonada,
sepan que los inventores han sido unos jóvenes que, previamente, le habían
quitado el motor y, en el vacío que queda, habían metido hielo y las bebidas
para que estuvieran fresquitas los días romeros. Así de sencillo. O sea, una
locura y una falta de respeto por el medio ambiente que debían hacérselo mirar
con un buen especialista, porque este tipo de actitudes muestran un
desequilibrio psíquico preocupante.