miércoles, 3 de mayo de 2017

EL DÍA DESPUÉS DE LA ROMERÍA: CONSUMADO DESPROPÓSITO

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Lo sabíamos, pero deseábamos tanto que no fuera así, que al día siguiente, justo cuando se levantara el gran campamento que se forma los días de romería, los alrededores quedaran limpios como estaban cuando llegamos, que quizá por eso nos ha dolido más de lo habitual. Lo hemos repetido y cada vez nos convencemos más que no tenemos solución, que no aprenderemos nunca y que seguiremos infringiendo daño al campo, que es como generalmente conocemos a la naturaleza, esa que nos permite respirar y vivir con algo de normalidad. El paisaje, sinceramente, dantesco; las consecuencias, vaya usted a saber, porque aunque aceptemos que la naturaleza es sabia, que su capacidad de regeneración es infinita, o al menos lo parece, cada romería muestra más heridas difícilmente recuperables. Desde luego, cuando a alguien se le ocurra una medida aceptada por la mayoría, cuando  alguien decida que hasta aquí hemos llegado e imponga medidas que nos encorseten, que nos limiten la diversión como la conocemos, no faltarán los que presenten sus quejas y se organicen para eliminarlas. Y es que somos capaces de unirnos para cualquier bagatela y no lo somos cuando de verdad el asunto es urgente, como es el caso que nos ocupa, con un entorno del santuario y del poblado que hemos dejado hecho un asco. Las brigadas de limpieza, que corren a cargo de los bolsillos de quienes aquí pagamos los correspondientes impuestos, serán las encargadas de recuperar en lo que les sea posible y tratarán  de poner orden en un paisaje en el que, por descontado, no han faltado la lavadora, el frigorífico, los colchones, los somieres, sofás, sillones y miles de cascos de botellas de cristal y de plástico. Los que se pregunten la razón de que una lavadora sea trasladada hasta el lugar y allí abandonada, sepan que los inventores han sido unos jóvenes que, previamente, le habían quitado el motor y, en el vacío que queda, habían metido hielo y las bebidas para que estuvieran fresquitas los días romeros. Así de sencillo. O sea, una locura y una falta de respeto por el medio ambiente que debían hacérselo mirar con un buen especialista, porque este tipo de actitudes muestran un desequilibrio psíquico preocupante.

Nosotros pedíamos los días anteriores a la romería que los de aquí, los que presumimos de andujanía, teníamos un compromiso ineludible con nuestro futuro y que para ello sería fundamental el ejemplo. Nuestro comportamiento en el lugar en el que hemos disfrutado estos días debía ser una referencia de limpieza y saber estar para quienes nos observaran, pero es evidente que no hemos sido capaces de cumplir nuestra palabra. Los acontecimientos quizás nos hayan sobrepasado y, en vez de ser ejemplo, hayamos caído en el error de ser como los otros, esos a los que les importa un pito su comportamiento y no dudan en envenenar todo lo que tienen a su lado con tal, dicen, de divertirse, que tendrán que aceptar ustedes que al menos nosotros no llegemos a entender con claridad en qué consiste esa forma de divertimento que tanto les apasiona  a algunos seres humanos. Sea como sea, en manos de los responsables de la convocatoria queda, si no la solución, al menos sí la posibilidad de introducir controles, normas, medidas o cualquier otra iniciativa que venga a evitar el daño medio ambiental al que sometemos en solos dos o tres días a un entorno tan maravilloso como es nuestro parque natural. De no ser así, de esperar a que el año próximo cambiemos, a que nos concienciemos definitivamente de nuestro mal comportamiento, augurar que en dos o tres romerías nos quedamos sin sierra no creemos que sea una predicción de locos.