A nosotros, que nos gusta
copiar lo que vemos en otras tierras y costumbres, el ejemplo del Ayuntamiento
de Almonte, con respecto a preservar la tradición musical que se comparte en el
Rocío, debería de servirnos como referencia para tomar decisiones sin que nos
tiemble el pulso. De hecho, un contundente ejemplo lo tuvimos en el regreso de
las carretas a la ciudad luego de vivir la romería de este año, cuando una de
ellas hizo su entrada triunfal atronando los oídos de los que esperábamos su
llegada. La música que escuchábamos no tenía relación alguna con lo que
vivíamos y sí con los últimos éxitos que pueden ustedes escuchar en cualquier
radio. La organización se hizo eco de las críticas y anunció que trataría el
tema aplicando estrictamente el reglamento en vigor que rige y controla el
devenir de las carretas. No sabemos nada sobre la evolución de este asunto en
el seno de la federación, pero sí que esperamos que se haya impuesto el sentido
común y no volvamos a compartir lo que entendemos como una falta de respeto a
la esencia de la fiesta mariana de todos los años. En el poblado del santuario,
muy cerca de la patrona, tampoco faltan los que usan de los nuevos ritmos y los
últimos éxitos en las listas de moda, y que aportan al lugar y al momento unos
sonidos desde luego muy alejados de los tradicionales y para los que cantantes
y grupos locales editan especialmente sus novedades y todas con un único
objetivo, es decir, con la Virgen de la Cabeza como centro de sus letras y su música.
La organización de la romería
del Rocío, en este caso la cofradía y el Ayuntamiento, ha tomado una decisión valiente que estamos
convencidos servirá como referencia a otras romerías y ciudades en donde la
devoción mariana sea la justificación de la cita. Seguros estamos de que el
próximo año se introducirán en la mayoría de ellas este tipo de exigencias,
dejando claro a los asistentes que, cuando se acude a un encuentro anual con la
patrona o el patrón, cuidar las tradiciones impone sus condiciones y la
organización está obligada a hacerlas cumplir. En el caso del Rocío, teniendo
en cuenta la trayectoria que ha venido mostrando al mundo a lo largo de los
años, que no ha sido precisamente de amor y devoción a la imagen y su historia,
el que se haya impuesto el sentido común y la responsabilidad de su
Ayuntamiento como organizador responsable del evento, es el inicio de la
acotación profana que no debió perderse en ningún momento. Por lo que hemos
conocido estos días previos a la romería almonteña, lo de controlar la música
para que sea exclusivamente la que mejor expresa nuestro folclore, es el primer
paso de las importantes decisiones que están por tomar y que, en principio, es
posible que no sean aceptadas tan de buena gana como esta última.
La necesidad de imponer orden
donde tanto gentío toma decisiones sin control, sea la romería o el encuentro
de que se trate, demanda implantar normas desde las que al menos intentar fijar
límites que permitan la convivencia, que mantengan el espíritu de la costumbre
y la tradición y eviten modas que nada tienen que ver con las razones que nos
trasladan hasta el lugar sagrado en el que nos encontremos y que está claro que
la imagen que ofrecen al exterior no es la más adecuada. A tiempo estamos,
desde luego; otra cosa es que se quieran tomar decisiones.