Nos falla la memoria cuando recordamos desde cuándo
nos vienen las promesas políticas ligadas al río y su integración en la ciudad.
Hemos visto que otras ciudades sí que lo
han conseguido, como es el caso de Córdoba, Écija, León o Valladolid, pero es
evidente que nosotros arrastramos una mala suerte que casi podíamos calificar
de crónica. No hace tanto nos decían desde el gobierno municipal de entonces
que miles de millones serían invertidos en la recuperación del puente romano,
el molino de las aceñas y la vera del río, con vistas a hacerla practicable y
en donde ubicar chiringuitos para quienes gustan de esta oferta primaveral y
veraniega. Hace mucho menos, la ciudad se regocijaba con la noticia que nos
llegaba sobre la recuperación del viejo puente, que por cierto necesita con
urgencia una intervención que detenga su evidente y peligroso deterioro, y no
solo en lo que vemos y sí sobre los pilares y la techumbre que lo soporta, que
se cae a pedazos. Esta información nos hizo imaginar esta gran obra terminada y
veíamos que desde Colón podríamos iniciar un paseo hasta prácticamente La
Ropera y El Sotillo, ampliando así nuestras posibilidades lúdicas y deportivas,
además de mejorar claramente los espacios turísticos que ofertar a quienes
decidan venir a conocer la ciudad y a sus moradores. En estos momentos, si
tratamos de encontrar a los responsables de esta compartida desilusión, por
supuesto que miramos hacia el Ayuntamiento, catalizador obligado de realizar
las necesidades y demandas de los ciudadanos, y por el momento incapaz de
conseguir, por ejemplo, que la Junta de Andalucía, que es la directa
responsable de la recuperación del puente viejo, decida intervenir sobre él, porque en Sevilla se
conoce el estado real de esta obra tan representativa y que tanto nos
identifica, pero no se mueve ficha que nos anime o nos dé esperanzas. Cierto
que sí ha intervenido en una obra que ha permitido recuperar para la ciudad a
santa Marina, que también reunía todas las papeletas para caerse de un momento
a otro, pero ni siquiera han sido necesarios ochenta mil euros para ponerla de
nuevo al servicio de la ciudad.
Por el momento, los movimientos críticos y
reivindicativos lo firman dos o tres colectivos, por lo que la intensidad de
sus legítimas exigencias para intervenir en el río digamos que se diluyen en el
maremágnum propio que genera a diario una ciudad de nuestras características.
La referencia que nos proporciona el maltrato que recibe la plataforma que
defiende el Guadalquivir y exige la demolición de la presa de Marmolejo, que es
la que impide el paso normal de las aguas y que ha sido la causa de las
sucesivas inundaciones que tanto daño han hecho personas y zonas agrícolas, elimina
cualquier atisbo de ilusión que pudiéramos aportar a tema tan controvertido.
Años llevan enfrentándose a gobiernos municipales, Junta de Andalucía, Endesa y
Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, y ya saben ustedes con qué
resultado. De hecho, cuando hemos tenido oportunidad de expresar nuestra
opinión con este asunto como referencia, nos impresiona la capacidad que tienen
estas personas para encajar los sucesivos reveses que les endosan y la
paciencia infinita que muestran ante lo que es una evidente injusticia firmada
por personas ligadas a las empresas y organismos que hemos dicho.
Por si les sirve de algo, sepan ustedes que el puente
viejo o romano pasa por sus peores momentos, que su estado es prácticamente
ruinoso y que el paso del tiempo influye negativamente en su estabilidad. Por
supuesto que no somos especialistas en arquitectura, pero sí que percibimos con
una simple inspección visual que su estado debía preocupar a los responsables
de su continuidad. Ya saben: el que avisa no es el traidor, sino el
avisador.