miércoles, 17 de mayo de 2017

CASTIGAR AL QUE NOS DEJA SU BASURA

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La urgente necesidad que tiene nuestra sierra de erradicar ser el basurero en el que solemos depositar lo que nos sobra por el camino o cuando nos establecemos por unos días, que no otra cosa ocurre especialmente en las jornadas de romería, reclama la participación activa de  personas de buena fe que ayuden a evitar el bochornoso espectáculo que viene siendo el día después de las citas habituales por el camino viejo o en el propio poblado y sus alrededores, además de las zonas previstas y dotadas de sombras y equipadas con mesas y bancos para disfrutar del entorno. Evidentemente, la romería se lleva la palma, el primer premio, el no va más, el “sumum” del maltrato que le podemos proporcionar a lugar tan majestuoso. Sin embargo, todos los años igual, todos los encuentros acaban suponiendo, por encima de cualquier otra reflexión o calificativo, la consolidación de un gran basurero, la confirmación de que los seres humanos no hemos prosperado, con respecto al medio ambiente, en prácticamente nada.

Quizá si desde la autoridad que responde del parque y de la sierra en general se iniciara un acercamiento a quienes finalmente acabarán en unos años siendo protagonistas directos del uso y disfrute que hagan del entorno natural, es decir, los escolares, los estudiantes, en definitiva la comunidad educativa de nuestra ciudad, es posible que se iniciara la cuenta atrás de lo que tanto necesitamos, es decir, que las diferentes visitas o encuentros que realizamos a la sierra por los motivos que sean no supongan el daño que comprobamos recibe desde hace años y sin solución a la vista. Si es verdad que la educación es capaz de acabar con los malos hábitos de las personas, poner en marcha un programa en el que la finalidad o el objetivo no sea otro que el de conseguir el compromiso de los más jóvenes de cuidar el entorno natural como si se tratara de algo suyo, entendemos que el esfuerzo habrá  valido la pena. Desde luego, una vez visto lo visto, comprobadas las escasas intenciones que percibimos de los visitantes de evitar ensuciar por donde pisan, buscar soluciones que al menos mermen la capacidad que tenemos de hacer daño porque sí e ir reduciendo el impacto visual y real que representa la enorme suciedad que dejamos cuando levantamos el campamento y nos vamos a casa, es lo menos que podemos hacer.


Proponemos, por tanto, el acercamiento de profesores, escolares y los responsables de la sierra y el parque natural, en donde incluimos a la Junta de Andalucía y Ayuntamiento, además de la comunidad trinitaria, colectivos ligados a romeros y peregrinos, peñas y demás interesados en cortar por lo sano y poner fin a tanto salvajismo, a trabajar por hallar el punto de inflexión desde el que ir cerrando el círculo en el que habitualmente se mueven quienes tienen a bien, ya sean de dentro o de fuera, visitar la sierra y olvidarse de que, como invitados que son, deben mantener en todo momento un comportamiento acorde con el lugar en el que se encuentran y disfrutan, que no es otra cosa que la Naturaleza en estado puro. Estamos convencidos de que lo de por las buenas o por las malas acabará imponiendo su ley y al final los que no estén por la labor deberán de vérselas con las normas que están por redactar y aprobar y que les supondrá una merma significativa en sus cuentas bancarias. Desde luego, seguir gastando dinero público en quitar la suciedad que hemos dejado, que este año ha vuelto a ser de récord, cada romería lo llevamos peor. Se vea como se vea, en realidad de lo que se trata es de evitar que unos cuantos se estén cargando la joya que esta ciudad tiene y que muestra con orgullo. Una cosa es abrir los brazos a todo el que venga a vernos y otra bien diferente es quitarle su porquería. El otro frente ligado a la suciedad es la que queda en la ciudad cuando los profesionales del mercadillo de los martes se van con la música a otra parte. Sencillamente vergonzoso y también con cargo a la ciudadanía. Pero de este tema hablaremos otro día, a ser posible mañana.