jueves, 22 de junio de 2017

CONTRA EL CALOR, SOLUCIONES

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Ayer, justo a las seis y veinticinco minutos, entraba oficialmente el verano de 2017. Por lo que nos cuentan los meteorólogos, la cosa se presenta claramente favorable a un mantenido  aumento de las temperaturas a lo largo de los noventa y dos días que tiene, también oficialmente, de duración esta estación. Dicho esto, si añadimos que el que avisa es simplemente el avisador y en ningún caso el traidor, no estaría de más que las mujeres y los hombres que se encargan de la ciudad y sus servicios dedicaran algo más de atención a su equipamiento en relación con el calor y las fórmulas desde las que poder paliarlo de manera que recorrerla, por placer u obligación, resulte más llevadero y por supuesto que menos peligroso, porque recordemos, siempre según la Ciencia, que los rayos solares acaban dañando nuestra piel, y la aparición del cáncer epidérmico está aumentando considerablemente. Dicho esto, momento es de agradecer que se hayan colocado los toldos que cubren las calles del centro, aunque nos hayamos visto obligados a reclamarlos unas semanas antes. En el resto de la ciudad, donde no es viable la instalación de este sistema de sombreo, todo lo que sea plantar árboles que sí la proporcionen en el menor tiempo o cualquier otra solución que permita al ciudadano desenvolverse en la calle de manera más soportable, nos parecería una buena decisión. Por eso, ahora que andan nuestras autoridades a la caza y captura de calles en mal estado para reformarlas íntegramente, que no se les olvide la justificadísima necesidad que tenemos de dotarlas de elementos que no solo las adornen e integren en el entorno, sino que las equipen de árboles, arbustos o lo que crean más conveniente con el único objetivo de incorporarlas a aquellas que sí permiten recorrerlas bien porque la sombra de los árboles o de los toldos invitan a ello.

Si sabemos que la opinión de los arquitectos urbanistas y la mayoría de los ciudadanos coinciden en cuanto a construir ciudades más habitables, en la que los vehículos a motor dejen de llegar al centro con la facilidad que actualmente lo hacen, en donde los peatones se desenvolverán mejor y más seguros, en donde el ruido ambiente se reducirá hasta niveles de seguridad y, finalmente, en donde acabarán imponiéndose los aparcamientos disuasorios, como es el ejemplo de los jardines de Colón (aunque no aceptamos que este recinto, por su ubicación, por su historia y por lo que ha representado siempre como zona de ocio y diversión, se haya decidido dedicarlo a este menester), es lógico que tengamos que usar más las piernas para desplazarnos, ganando en salud y movilidad. Conociendo estas máximas, que por cierto ya se han puesto en marcha en algunas ciudades (y Pontevedra es un buen ejemplo de lo que les decimos), que en las obras que se realicen en favor de la mejora de la ciudad se incorporen estas exigencias de futuro, la verdad es que nos parecería una decisión inteligente, que abarataría costes posteriores y que situaría a nuestra ciudad a la cabeza de aquellas que gustan de destacar entre los movimientos ciudadanos que están a favor de entornos medioambientalmente más saludables.

Que sí, que sabemos que Zamora no se tomó en una hora ni que los jardines del Generalife, en Granada, se construyeron de un día para otro, pero sí que con una política de participación en la que los ciudadanos tengan la oportunidad de plantear sus necesidades y lo que entienden como equipamientos mínimos para sus calles y plazas, la clase política sería autorizada a intervenir en ellas con la seguridad de acertar. Y eso, hoy, para como están las relaciones entre unos y otros, la verdad es que nos beneficiaría como comunidad.