miércoles, 21 de junio de 2017

EL MUNDO AL REVÉS

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El gurú o profesional dedicado a la recuperación de la memoria en las personas, si no un afamado laboratorio farmacéutico que ponga en el mercado un medicamento que active este importantísimo elemento del ser humano y nos permita recuperar lo que vivimos años atrás, desde luego que se pone las botas, que se hace con una gran fortuna y que, como en el caso de la penicilina o el uranio, le servirá para ser recordado por los siglos de los siglos. Evidentemente, entre la clase política esta pócima o fármaco aportaría un servicio de extraordinaria importancia si tenemos en cuenta que entre unos y otros, así como el que no quiere la cosa, algunos se han llevado cientos de millones de euros de los que ahora no pueden darle razón a fiscales y jueces sencillamente porque no se acuerdan o no les consta, que es otra máxima que hemos escuchado en los últimos años de boca de muchos de los encausados. La realidad, con todo, es que, de acuerdo con los datos que aportan los estudios realizados por especialistas, en España se roba cada año por valor de cuarenta mil millones de euros. El concepto no es otro que la corrupción, por lo que la figura del corruptor y la de quienes aceptan el soborno está extendidísima entre la clase política o entre quienes tienen poder para tomar decisiones. El asunto es que, una vez comprobada la dimensión del mangoneo nacional, la facilidad con la que algunos caen en las redes del que llega con dinero fresco asegurándole que es más negro que sus entrañas, que los legisladores pongan interés en hallar las fórmulas activas que lo permiten, los artículos de las leyes que estos canallas conocen e infringen sin que nadie les pare los pies y la activación de nuevos parámetros que les enchironen sin darles tiempo de evadir lo recadado, es lo mínimo que la ciudadanía merece, o al menos eso nos parece a nosotros, porque por el momento, como vemos a diario, importantes hombres y mujeres de la política nacional, algunos en activo, se sientan ante un tribunal que los cita como testigos o como primeras figuras del descarado y permanente robo que se ha hecho en nuestro país a lo largo de más de veinte años ante la pasividad de los Gobiernos del Estado y no menos las instituciones que tienen su razón de ser precisamente para controlar a estos sinvergüenzas.


Ahora, como habrán podido comprobar, todos sufren de amnesia; sencillamente no se acuerdan de nada, como si por encima de ellos hubiera pasado una rara enfermedad que ha acabado con su memoria como plaga mesiánica del antiguo Egipto. Naturalmente, el tribunal que los juzga no acepta de ninguna de las maneras esta pérdida de memoria y estamos convencidos de que al final, cuando se imponga la sentencia que deberá pronunciarse sobre el resultado de este juicio, algunos de ellos descansen unos años en la prisión. Desde la infanta hasta Bárcenas, pasando por el mismísimo presidente del Gobierno, que declarará en julio, todos padecen una enfermedad que, por las muestras que les han proporcionado a la Medicina, ya ha sido diagnosticada como de cara dura, de habérselo montado bien y de acumular dinero por cantidades millonarias. Sin ir más lejos, el señor Granados, que una vez ha salido a la calle después de casi tres años de prisión preventiva y luego de pagar la fianza que le impuso el juez, viene a decirnos que es inocente, que no sabe por qué lo enjuician y que no tardará en demostrar que no ha tenido nada que ver con la Púnica. Y nos parece bien. Pero se nos ocurre una pregunta que queremos compartir con ustedes: ¿quién le está dando agua en su paso por el desierto y le permite presentarse en sociedad a través de televisiones, radios y medios impresos para proclamar su inocencia? Evidentemente, señores y señores, el mundo al revés.