Si han tenido oportunidad de
acercarse a los comentarios de los medios de comunicación relacionados con lo
moción de censura de Podemos al Partido Popular, habrán podido comprobar que,
especialmente los afines al Gobierno, han banalizado por completo lo que
denominan como puesta en escena de estos radicales. Ya ocurrió con el gobierno
de la comunidad de Madrid, al que también le dedicaron elocuentes comentarios
que certificaban, decían, la muerte de un partido que no tenía más objetivo que
el de hacer sonar las trompetas alrededor de todo lo que hace. Pero no siempre
las cosas son tan sencillas, o al menos es lo que parece, porque no se debe menospreciar lo que nosotros
entendemos que ha sido un delicado y costoso trabajo el que ha desarrollado
esta coalición política para llegar hasta los atriles del parlamento y del
Congreso y decir lo que piensan de lo que acontece en el país y las soluciones
que ellos anuncian. Naturalmente que, entrando en detalles, sobre todo por la
cantidad de folios que fueron leídos, el asunto tuvo su aquel y sirvió para que
lo que escuchamos y vimos en las respectivas intervenciones comprobáramos que,
de otra forma, en situación diferente, con los mismos partidos conocidos hasta
ahora, por supuesto que ni las acusaciones ni las denuncias serían las mismas.
Nunca oímos tanta dureza en la descripción de la realidad del país; nunca tanta
respuesta vacía. Y ahí reside parte del éxito, si es que finalmente lo obtuvo,
la presentación de la moción de censura, en que la ciudadanía ha tenido acceso
a nuevas formas de expresión entre los congresistas y sus propios partidos.
La llegada de los nuevos
políticos a las instituciones, que ha supuesto nada menos que la desaparición
del bipartidismo y en la que los encontrábamos tan agustito, veíamos a unos y
otros desenvolverse como peces en agua salada, sin complicarse en exceso y
dejando claros y estudiados movimientos de los que sus organizaciones políticas
se beneficiaban pero que de ninguna de las maneras llegaban a la ciudadanía. El
revulsivo que representan en estos momentos los partidos renovadores, aunque
ciertamente cada vez más se parezcan a quienes les precedieron, ha permitido,
por ejemplo, la moción de censura que hoy nos sirve como excusa para compartir
con ustedes este comentario. Jamás un partido político ha recibido tantos
bofetones en la cara en el hemiciclo; nunca como ayer se ha usado tanta
artillería para denunciar los tejemanejes, dicen desde Podemos, del partido en
el Gobierno; nunca habíamos visto a un presidente del Ejecutivo defendiéndose
de las ráfagas de metralleta verbales que les dedicaron desde la bancada
podemita. Seguro, no obstante, que no tendrá más consecuencias políticas de las
que estamos viendo hoy, a veinticuatro horas de la celebración de la moción,
pero al menos sí que se habrán movido los cimientos de la democracia y alguien
tendrá que dedicarle algo más de tiempo a tranquilizar a la ciudadanía, harta
como está de corrupción, menosprecios y premeditados olvidos de la clase
política que la representa.
Por todo lo que hemos vivido
ligado a la moción de censura contra el Partido Popular firmada por Podemos, al
que por cierto no han dejado solo del todo a la hora de la votación, quizás
tendríamos que interpretar con otros criterios lo que la gran mayoría de las
tertulias y sus integrantes han calificado como inútil. Sí, de acuerdo, ¿pero
es posible que no del todo?