Desde luego, solo con medidas
coercitivas no se soluciona el problema del tráfico. Al tiempo que se quieren
imponer nuevas sanciones y aumentar la cuantía de las implantadas hasta ahora,
alguien con sentido común y algo de vergüenza torera debería decirnos desde la
Administración que algo de culpa o responsabilidad también tienen en el caos
que representa la circulación rodada en las ciudades y fuera de ellas. Ya está
bien eso de que siempre seamos los mismos los que paguemos la dejadez o
inhibición de obligaciones que protagonizan los ministerios obligados a cuidar
y mejorar las vías de comunicación. Por el momento, ya sea la Junta de
Andalucía o el Estado, la solución al problema de los cientos de baches y
badenes que nos encontramos en el viaje no es otra que señalizarlos, pero no
crean ustedes que porque son muy buenos con nosotros y están interesados en que
no suframos percance alguno como porque de esta forma, con una señal anunciando
el socavón o la rugosidad del firme, solucionan el problema legal que tendrían
en caso de que no existiera anuncio alguno que obligue o aconseje al conductor
a reducir la velocidad. La Administración se lava las manos desde el momento
que asume que sí, que el trazado, el firme o el asfalto está de pena, pero como
no tiene intención de mejorarlo, opta por colocar las señales adecuadas
anunciando la anomalía. Si los usuarios no aceptan el consejo o la prohibición
de reducir la velocidad y ocurre el temido accidente, que sepan que no tendrán
privilegio alguno que les avale en su justa lucha por lo que entienden que son
sus derechos. Por el momento, como la cosa de colocar señales amarillas les va
bien, o que la empresa que las fabrica sea de esas que aporta dinero a algunas
de las arcas de los partidos políticos, la realidad es que ya tenemos más de
este color que de las otras. Y aunque nosotros nos quejemos, y con razón, del
mal estado en el que se encuentra la Nacional IV, en realidad, con algunos
tramos excepcionales, es que la encontramos así en la totalidad de su
recorrido.
Por todo esto, aunque fuera
solo por coherencia o por cumplir con las obligaciones que contraen los
políticos y sus partidos cuando gobiernan, deberían plantearse muy seriamente
la recuperación de la red vial nacional, ya secundarias, ya principales. Por
supuesto que de ninguna de las maneras aceptarán que el preocupante mal estado
de nuestras carreteras tenga relación alguna con la accidentalidad. De hacerlo
caería sobre ellos la responsabilidad completa de la mayoría de la
accidentalidad que se registra en nuestras carreteras. Y es que, por mucho que
se empeñen en escamotear la realidad, no todos los accidentes están ligados al
despiste, a la velocidad o a no aceptar las limitaciones que encontramos en el
camino; un alto porcentaje de ellos tienen su origen en una vía mal señalizada
y un firme en pésimas condiciones. Mucho nos tememos que mientras que la
Comunidad Europea no se implique en la demanda, no asuma la importancia que
tienen las vías de comunicación para el ir y venir de los ciudadanos del Viejo
Continente, nuestra red vial acabará por caerse sola y con ella con todos nosotros. Si ustedes
tienen a bien nuestro consejo, no cejen en su empeño de denunciar lo que padecen
cuando se desplazan de un lugar a otro, especialmente aquellos que lo hacen
cotidianamente por la misma vía de comunicación, que son los que de verdad
saben de lo que hablamos. En nuestro caso, la carretera que une nuestra ciudad
con Jaén, de la que la Administración se ha despreocupado definitivamente y a
la que solo le faltaba el exagerado número de camiones de gran tonelaje que la
transita para obtener el sello de carretera muy peligrosa. Lo de mirar para
otro lado nunca ha sido una buena decisión; y si no, al tiempo.