Decía hace unos días el
presidente del Gobierno, señor Rajoy, refiriéndose al órdago que ha lanzado el
gobierno catalán, que no es que no quiera acceder a los deseos de referéndum
que exigen, sino que no puede. La Constitución y las leyes en vigor no contemplan
ni de lejos que en nuestro país se pueda convocar, con fines separatistas, cita
electoral alguna que acabe con la nación tal y como la conocemos. De hecho, de
ser así, de conseguir los catalanes independentistas, porque recordemos que por
el momento ganan los que quieren seguir como están, convocar a sus ciudadanos a
las urnas, se abriría la veda o las puertas para que el resto de España hiciera
lo propio. Vascos, gallegos, valencianos, andaluces, extremeños, etc., quizás
optáramos por vivir de nuestras fronteras para adentro, en una clara
demostración de egoísmo y no menos de fascismo encubierto. Ya lo dijo Charles
Degaulle: “Patriotismo es cuando el amor por tu
propio pueblo es lo primero; nacionalismo, cuando el odio por los demás es lo
primero.” Es más, ya puestos, ¿quién nos dice que cualquier
vecino de nuestro bloque no pide la independencia del resto y las escaleras se
convierten en una república independiente de la noche a la mañana? Por el momento,
el Gobierno mantiene en alerta sus obligaciones y solo espera que en Cataluña
se pase de las palabras a los documentos y se firme uno en el que se refleje la
convocatoria oficialmente para poner en marcha de la Justicia y frenar
cualquier intento de secesión. Naturalmente, el presidente catalán y sus
incondicionales, gastándose el dinero de todos, es decir, también el de los que
no quieren la independencia, invierte en organizar mítines y convocar
manifestaciones en las que no suelen faltar primeros espadas. El domingo, por
ejemplo, Pep Guardiola, que ahora vive en Inglaterra y que no duda en usar la
demagogia para intentar convencer al mundo de que los catalanes están siendo
masacrados por un gobierno autoritario que no les permite celebrar un referéndum.
Mientras, hasta Podemos, que apoyaba
esta cita, ha mostrado sus dudas y ha advertido de que convocar fuera de las
leyes en vigor es perder el partido. El resto de organizaciones políticas, si siguen ustedes la actualidad
informativa, habrán comprobado que lo rechazan contundentemente e insisten en
el diálogo, que entienden es la única vía desde la que poder acceder a sus
pretensiones. Acorralados como están los dirigentes catalanes por las mil y una
fechorías que han cometido con el dinero de todos, las prisas solo se
justifican porque intentan evitar ser juzgados por los tribunales españoles. Como
han dicho en infinidad de ocasiones incluso ciudadanos catalanes con peso
político, no es España quien les roba, sino sus propios representantes.
El
escándalo del 3 % ha provocado, no solo un agujero económico de extraordinaria
importancia, sino un escándalo público que ha acabado hasta con la figura del
intocable Pujol. Y como sabemos que él y su familia se representan a sí mismos,
es de esperar que no tardemos en ver desfilar por la Fiscalía y los Juzgados a otras
personas insignes de la Cataluña contemporánea. Un ejemplo de enorme
contundencia es el hecho de que la antigua Convergencia y Unión, el partido de
Pujol y Mas, tenga todas sus sedes
embargadas. Mientras, y solo porque la Justicia está actualmente confeccionando
el sumario, el honorable Mas aparece en todos los mítines y allí donde se cree
habilitado para explicar el asunto de la independencia. Mientras tanto, y esto
es un hecho contrastado, Cataluña y sus moradores pierden diariamente mercados
para sus productos, inversores que les auparían a producir más y mejor, y lo
que es peor, a irse dejando el mercado nacional por el camino. Solo hay que
echar mano de la actualidad económica de esta hermosa tierra para comprobar que
las cosas no les van bien. Al contrario, no le puede ir peor.