No tenemos intención de asustar a nadie y menos a los
que se crean en inferioridad de condiciones porque viven o tienen sus
propiedades de verano en zonas sensibles cuando de incendios forestales se
trata. Evidentemente, Portugal está siendo determinante para situarnos ante la
realidad de los incendios, ya que acumula decenas de personas fallecidas y
otras tantas permanecen en los hospitales en condiciones de salud críticas. Es
más, ciento cincuenta incendios se mantienen activos en estos momentos en
tierras lusas y a muy pocos de ellos se les conoce su final porque aún no han
sido controlados. El comentario de hoy tiene un objetivo concreto y éste no es
otro que Administraciones y población nos impliquemos, ahora que es el momento
y podemos, en respetar los papeles que debemos interpretar y que nos
corresponden por tener la suerte y el privilegio de vivir donde vivimos, con un
paraíso natural a solo unos metros y que no siempre tratamos como deberíamos.
El hecho es que los incendios forestales se producen por infinidad de razones,
pero también lo es que todas pueden ser evitadas, ya que, si exceptuamos los
que tienen su origen en fenómenos naturales, como es el caso de las tormentas
con carga eléctrica, el resto están ligadas a la mano del hombre y su actitud
con respecto al uso que hace del bien común que es nuestro parque natural.
Convencidos de que los refranes españoles están basados en la experiencia y,
por tanto, reales como la vida misma, tomar como ejemplo Portugal por aquello
de que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar, no
estaría de más. Entre nosotros, por razones objetivas de distribución de las
tierras que podemos compartir y donde se han construido cientos de propiedades
conocidas como viñas, lo primero que deberíamos repasar es el estado en que
cada propietario tiene la suya. Nos referimos a lo que hasta ahora ha sido el
caballo de batalla de la autoridad responsable del parque y de la que por el
momento pocos han sido los que han respondido adecuadamente, es decir, la
limpieza del terreno privado en los alrededores de lo construido o aquellos que
mantienen árboles junto a las viviendas alegando que les proporcionan la sombra
que tanto se agradece en días de intenso calor.
En el incendio de Portugal se ha comprobado la
facilidad con la que el más mínimo incentivo que reciba la maleza es más que
suficiente para iniciar uno de las dimensiones que ha alcanzado el lusitano.
Luego, entre que el medio no se encuentra en las mejores condiciones que
debería, que la orografía del terreno no ayuda precisamente a su extinción y
las complicaciones que suelen aparecer en el desarrollo de su apagado, acaban
con los sueños y a veces hasta con la vida de las personas que en esas zonas
descansan o residen. Insistimos que no tratamos de inquietar a nadie, aunque sí
de concienciarles de una realidad tangible que, de no actuar como las
circunstancias demandan y al tiempo que se exige el sentido común, es evidente
que estamos propiciando las condiciones idóneas para que se produzca. En este
caso concreto, lo de prevenir vuelve a tomar sentido sitúandonos ante nuestra
intransferible responsabilidad en un tema que es cierto que todos los años
aparece como noticia de primera página, pero que poco o nada hacemos a lo largo
del año para cuando menos paliarlo. Lo normal es que la responsabilidad se la
endosemos a las Administraciones y, que sepamos, esta actitud no siempre es
justa ni nos exime de responsabilidad. Ojalá no tengamos que lamentar ninguna
alteración de la tranquilidad que nos aporta el medioambiente, pero que se sepa
que dejar nuestra seguridad en manos de la suerte no siempre da buenos
resultados.