lunes, 19 de junio de 2017

PREVENIR LOS INCENDIOS, SE PUEDE

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No tenemos intención de asustar a nadie y menos a los que se crean en inferioridad de condiciones porque viven o tienen sus propiedades de verano en zonas sensibles cuando de incendios forestales se trata. Evidentemente, Portugal está siendo determinante para situarnos ante la realidad de los incendios, ya que acumula decenas de personas fallecidas y otras tantas permanecen en los hospitales en condiciones de salud críticas. Es más, ciento cincuenta incendios se mantienen activos en estos momentos en tierras lusas y a muy pocos de ellos se les conoce su final porque aún no han sido controlados. El comentario de hoy tiene un objetivo concreto y éste no es otro que Administraciones y población nos impliquemos, ahora que es el momento y podemos, en respetar los papeles que debemos interpretar y que nos corresponden por tener la suerte y el privilegio de vivir donde vivimos, con un paraíso natural a solo unos metros y que no siempre tratamos como deberíamos. El hecho es que los incendios forestales se producen por infinidad de razones, pero también lo es que todas pueden ser evitadas, ya que, si exceptuamos los que tienen su origen en fenómenos naturales, como es el caso de las tormentas con carga eléctrica, el resto están ligadas a la mano del hombre y su actitud con respecto al uso que hace del bien común que es nuestro parque natural. Convencidos de que los refranes españoles están basados en la experiencia y, por tanto, reales como la vida misma, tomar como ejemplo Portugal por aquello de que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar, no estaría de más. Entre nosotros, por razones objetivas de distribución de las tierras que podemos compartir y donde se han construido cientos de propiedades conocidas como viñas, lo primero que deberíamos repasar es el estado en que cada propietario tiene la suya. Nos referimos a lo que hasta ahora ha sido el caballo de batalla de la autoridad responsable del parque y de la que por el momento pocos han sido los que han respondido adecuadamente, es decir, la limpieza del terreno privado en los alrededores de lo construido o aquellos que mantienen árboles junto a las viviendas alegando que les proporcionan la sombra que tanto se agradece en días de intenso calor.

En el incendio de Portugal se ha comprobado la facilidad con la que el más mínimo incentivo que reciba la maleza es más que suficiente para iniciar uno de las dimensiones que ha alcanzado el lusitano. Luego, entre que el medio no se encuentra en las mejores condiciones que debería, que la orografía del terreno no ayuda precisamente a su extinción y las complicaciones que suelen aparecer en el desarrollo de su apagado, acaban con los sueños y a veces hasta con la vida de las personas que en esas zonas descansan o residen. Insistimos que no tratamos de inquietar a nadie, aunque sí de concienciarles de una realidad tangible que, de no actuar como las circunstancias demandan y al tiempo que se exige el sentido común, es evidente que estamos propiciando las condiciones idóneas para que se produzca. En este caso concreto, lo de prevenir vuelve a tomar sentido sitúandonos ante nuestra intransferible responsabilidad en un tema que es cierto que todos los años aparece como noticia de primera página, pero que poco o nada hacemos a lo largo del año para cuando menos paliarlo. Lo normal es que la responsabilidad se la endosemos a las Administraciones y, que sepamos, esta actitud no siempre es justa ni nos exime de responsabilidad. Ojalá no tengamos que lamentar ninguna alteración de la tranquilidad que nos aporta el medioambiente, pero que se sepa que dejar nuestra seguridad en manos de la suerte no siempre da buenos resultados.