Como habrán podido comprobar, de nuevo Cataluña y el
referéndum han vuelto a polarizar la actualidad nacional. Por lo que podemos
deducir del desarrollo de los acontecimientos que patrocinan y protagonizan alrededor
del 9 de octubre, es evidente que han cuidado hasta el detalle más
intrascendente ya sea en las diferentes puestas en escena públicas que llevan a
cabo por todo el territorio, ya en los actos oficiales que respaldan. Por
supuesto, dependiendo desde dónde se observe el proceso secesionista, las
conclusiones a las que podemos llegar difieren en el fondo y en la forma; es el
caso nuestro, de los andaluces, que sin comerlo ni beberlo hemos sido, somos y
seremos el objetivo de aquellos que buscan justificar las razones que les
obligan a romper siglos de historia. Y todo porque para estos descerebrados
egoístas, nuestra filosofía, nuestra forma de entender la vida, nuestra
alegría, nuestros cantes y cánticos nos los podemos permitir gracias al robo
que hace el Estado de sus beneficios. Así, y lo hemos escuchado de
significativos líderes catalanes, aquí no pagamos impuestos, no tenemos
obligaciones laborales ni compromisos familiares. Lo nuestro es vivir del
cuento porque somos vagos de solemnidad y unos excepcionales y entrenados
vividores. Se entienden que, además de mostrar un preocupante desconocimiento
de lo andaluz, las muestras de intelectualidad que ofrecen sus razonamientos
son preocupantes y alguien debería invitarles a que se lo hagan mirar. Una muestra
evidente de esta manifiesta deficiencia es el hecho de que les estén mintiendo
permanentemente sobre un mundo feliz y maravilloso desde el momento de su
conexión con el Estado y que se lo crean. Impresionante. De verdad, inaudito.
Desde luego lo que a estas alturas han conseguido es que el resto del Estado
esté hasta la coronilla de sus reivindicaciones y dediquemos nuestra atención a
otros frentes. Eso sí, que nadie se rasgue las vestiduras en esa hermosa tierra
si en poco tiempo sus fabricados no tienen salida porque sus mercados
habituales les han cerrado las puertas por falta de demanda. Lo de
menospreciar, vilipendiar y culpar al resto de la humanidad de tus propios
defectos es cómodo, sí, pero injusto y mentira.
Entre nosotros, más modestos, la actualidad se centra
en la convocatoria para el próximo fin de semana de la feria multisectorial, a
celebrar en el recinto ferial y que convocará a cientos de empresas ligadas con
la agricultura y la automoción, que nos mostrarán novedades y avances en determinadas
áreas al tiempo que se desarrollarán conferencias ligadas al evento, al que
desde el Ayuntamiento nos invitan a participar. Al fin y a la postre, este tipo
de citas están pensadas precisamente para que la ciudadanía en general y los
profesionales del sector en particular tengan la oportunidad de acudir a un
gran escaparate del que obtener conocimientos sobre su evolución.
Por otra parte, cambiando radicalmente de asunto, como
ocurrió con Emperador Trajano, Alhamar o Lope de Vega, tampoco en las obras que
se realizan en la plaza de la Constitución echamos de menos las críticas
ciudadanas. Unas, porque no han finalizado como se había anunciado; otras, por
la desaparición de los cinco o seis aparcamientos con los que contaba esta vía.
Deducir que algunos de nuestros vecinos prefieren una ciudad que cuide más los
espacios para los vehículos, en contra de la peatonalización de los centros
comerciales, no parece difícil, aunque finalmente todo quede en una rabieta
egoísta de corto recorrido. Con esto queremos decir que tenemos en problema más
o menos soterrado y que, bien utilizado por los que opositan a la espera de
oportunidades políticas que les permitan algo del protagonismo perdido, pueden
empañar los proyectos en desarrollo y previstos para lo que queda de
legislatura.