jueves, 14 de septiembre de 2017

¿Y LA CONSTITUCIÓN?

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La crisis catalana sigue acaparando el interés mediático general del país. Observando los movimientos de los partidos en general y especialmente los de quienes están a favor del referéndum, comprobamos que el famoso choque de trenes se producirá de forma imparable en unos días. Actualmente, entre el discurso político de unos y de otros, se han  colado las decisiones del fiscal general, que ha venido a decir, eso sí, contundentemente, que los funcionarios públicos están obligados a respetar las leyes en vigor y que aquellos que no las cumplan deberán vérselas con las consecuencias lógicas que se deriven de su actitud. Entre otros, la policía catalana, que supera los quince mil miembros, además de los que dependen directamente de los ayuntamientos.  Por supuesto, todos los funcionarios públicos, a los que también se les ha recordado cuál debe ser su papel en esta crisis. Al mismo tiempo, el mundo empresarial, por fin, ha decidido intervenir y a las declaraciones del presidente de la Cámara de Comercio catalana, que calificó de muy peligroso el momento para la economía de la región, se ha unido la CEOE diciendo que está a favor del Gobierno porque la consulta que se pretende es ilegal. En cuanto a las firmas multinacionales instaladas en territorio catalán, desde su asociación han dicho que están dispuestas a salir de Cataluña no solo en caso de que se consiguiera la independencia, sino si se mantiene la inestabilidad económica que padecen. El Banco de Sabadell, de raíces profundas entre la población, ha dejado claro que trasladará su sede a Madrid si se consiguen los objetivos de los separatistas. Como ven, y son solo unos ejemplos, se complica la situación política y empresarial, anunciando que las consecuencias que podrían derivarse de sus pretensiones tendrían un coste social y económico de gran calado. De hecho, miles, y aumentando por minutos, son los ciudadanos del resto del país que han decidido eliminar de su cesta de la compra los productos que nos llega procedentes de Cataluña, entendiendo que de esta forma les bajan los humos de prepotencia a los que presumen de disfrutar de mejores condiciones de vida y, lo que es peor, de una intelectualidad muy superior a la del resto.


De eso se han encargado algunos de sus líderes y personajes más conocidos, a los que hemos escuchado decir que hasta el olor de los españoles les molesta. Precisamente por eso no cuela la piel de cordero que se han colocado los políticos que luchan por conseguir la cita electoral, que nos hablan de que todo seguirá igual, de que mantendrán la doble nacionalidad, de que seguirá igual la libre circulación de personas, que nada de pasaportes y demás baraterías. Se les olvida, y lo ignoran interesadamente, que la ciudadanía al completo debe regirse por las leyes establecidas y que violarlas conlleva una sanción. Es la Constitución la que deja claro que no se puede convocar un referéndum secesionista en nuestro país y no atender sus exigencias es cometer un gravísimo delito, que no otra cosa está ocurriendo en Cataluña. Por el momento, no sabemos si por desconocimiento o interés concreto, ninguno de los partidos implicados en la consulta popular y la construcción de una república catalana ha tenido a bien pedir su reforma en articulado tan concreto. Sin embargo, sería el camino a seguir para la obtención de lo que persiguen con tanto ahínco, ya que se trataría de conseguir una mayoría parlamentaria y con ella eliminar lo que, como en el caso que nos ocupa, prohíba la convocatoria de una consulta electoral con fines separatistas. Lo de tirar por el camino de en medio es evidente que es inviable, que no es posible e ilegal. Lo que no acabamos de entender es cómo algunos líderes políticos se han lanzado al ruedo con bagaje legal tan escaso. O se trata de un injustificado y peligroso afán de conseguir votos o de un desconocimiento preocupante de lo que debe ser la convivencia en paz de un Estado.