La realidad del tráfico que nos toca más de cerca nos
condiciona de forma que circular con nuestro vehículo se complica y dificulta por
días. La razón, que cada vez hay más coches en la calle conducidos por usuarios
con años de experiencia y los que acaban de incorporarse a la circulación
rodada en las ciudades y carreteras. Dicho esto, mantener erre que erre las
mismas posiciones, es decir, encontrar aparcamiento, recorrer carreteras y
calles con facilidad es sencillamente un sueño. Nunca como ahora, y es un
ejemplo, precisamente debido a la ralentización a la que se ven obligados a
circular muchos vehículos por la lentitud de la circulación especialmente en
las ciudades, están apareciendo tantas
averías ligadas al embrague, los frenos y el equipo óptico trasero, y en la
misma línea los accidentes por alcance debido a que en el tráfico ciudadano no
es precisamente el mejor lugar para no guardar la distancia de seguridad que
los evitaría. Con este elemental planteamiento, lo que se impone es aceptar que
las cosas han cambiado de forma que conducir ha pasado de ser un placer a todo
lo contrario, generando estrés y situaciones de peligro permanentes. Este tipo
de momentos solo los vivíamos en época de vacaciones, cuando salíamos todos al
mismo tiempo a la carretera. Ahora, no; ahora se ha complicado de forma que ya
no depende tanto de nosotros y sí del colectivo completo de usuarios, obligados
a interpretar el tráfico desde perspectivas más realistas para evitar
accidentes.
Además, el asunto viene con sello de urgencia y demanda la participación y el apoyo de
aquellos que estén convencidos, cuantos más mejor, de que lo que nos espera a
partir de ahora estará ligado directamente a la falta de espacio allí donde nos
desplacemos con el coche. Así, si tenemos en cuenta que no faltan los usuarios
que, a trancas y barrancas, acuden a los centros escolares con los menores, o los
que gustan de colocar su coche a las puertas de donde tengan que hacer una
gestión o los que no dudan en subirlos a la acera y estrechar la vía,
entenderán ustedes que no sea la mejor y más solidaria decisión cuando la
realidad nos obliga a todo lo contrario. Llegados a este punto, el papel de la
policía local, de la que tanto nos
quejamos y casi siempre sin justificación, responsable de que el tráfico sea
seguro y fluido, se ve abocado a la denuncia. Por ahora, la mejor forma de
evitar la multa con la que nos solemos justificar ante el agente, es de lo más
compartido: “Han sido solo cinco minutos”, o “He ido a recoger este paquete y
no he tardado nada”… Eso cuando nos expresamos por las buenas, porque una vez
que vemos que no nos libramos de la denuncia, lo normal es que echemos mano de
los malos modos y digamos aquello de “es que estáis para recaudar”. Y, por
favor, no digan aquello de que “el Ayuntamiento está obligado a proporcionarme
aparcamiento porque para eso pago el sello municipal”, porque cometerían un
error de bulto.
Lo que venimos a decirles es que se nos está
complicando enormemente lo de echar mano del coche para todo cuando la
distancia a recorrer no lo justifique. Por el peligro que generamos, porque
tardamos más que andando, porque consumimos combustible y cargamos el ambiente
de malos humos, porque no encontraremos dónde dejar el vehículo y porque
descargamos las calles del peso específico que representa nuestro coche, no lo
dude: no lo ponga en marcha y camine, que, además, es bueno para la salud; no
le aportará una dosis extra de estrés y le servirá para conocer mejor la ciudad
en la que reside. Ustedes mismos.