Está claro que mostrar nuestra solidaridad, apoyar
causas de gente que nos deben importar, no acaba de calar entre nosotros.
Cierto que en una ocasión coincidimos en la demanda y fuimos capaces de
echarnos a la calle para doblegar el no de la Junta de Andalucía para la
construcción de un hospital comarcal que nos evitara lo que hasta entonces era
un auténtico calvario, es decir, acudir al hospital de Jaén en busca de quienes
debían sanar nuestros males. El detonante fue el desgraciado fallecimiento en
ese camino de una vecina de Andújar; a
partir de ahí todo fue un clamor compartido por miles de gargantas que fueron apoyadas
por buena parte de la comarca, que se unieron en la exigencia. Concentraciones,
manifestaciones, medios de comunicación y caravana hasta Sevilla. Allí, hasta
el palacio de San Telmo. Después de horas de espera, por fin, las autoridades
que llevaban el mensaje hasta la Presidencia aparecieron ante los desplazados y
gritaron ¡¡tenemos hospital!! Este momento y la pequeña historia que rodea a la
demanda de un centro hospitalario para la ciudad y la comarca está marcada a
fuego en la ciudadanía, que recuerda la marea humana como algo no vivido hasta
entonces. Y es lo que decimos, ni lo volveremos a ver. De haberse mantenido el
mismo espíritu, ¿alguien cree que a estas alturas, después de años de
desasosiego, los damnificados por las riadas del río Guadalquivir seguirían
reclamando lo que es suyo ante las sucesivas negativas del Gobierno y de
Endesa? Pues en esas están, pidiendo
ayuda a la ciudadanía para que les apoye con su presencia en algo tan justo
como es que alguien se responsabilice de un desastre que, de haberse evitado en
su momento como venían reclamando, no les hubiera abocado a la ruina. Así de
sencillo; así de doloroso.
La manifestación del sábado por la mañana en el Puente
Romano, en honor a la verdad, superó con creces las expectativas de los
organizadores, pero ni mucho menos el número de personas que acudieron a la
cita pueden servirnos como una llamada imperativa al Gobierno, y menos
conociendo a los interlocutores que tiene en la provincia, incapaces de
interpretar correctamente el problema que padece nuestra ciudad desde hace años
y que le mantiene en permanente peligro de inundación. Entre los discursos que
tuvimos la oportunidad de escuchar, demandas de diálogo y urgencia es la
respuesta que están obligados a darnos los respectivos gobiernos con
responsabilidad, el central y el autonómico. Por el momento, inversiones
ridículas si las comparamos con las realizadas por el Gobierno socialista, que
superó los siete millones de euros y que dejó el río en unas condiciones
óptimas para soportar riadas de importancia. La decisión de los actuales
responsables políticos del país, de retirar máquinas y hombres y dejar las
obras sin terminar, mantiene el peligro en pie. El ejemplo más sangrante, la
eliminación de la presa de Marmolejo, señalada por los mismísimos técnicos del
Estado como la causante de todos los males que nos amenazan. Sin embargo, ya
ven ustedes: la callada por respuesta y el ahí te pudras es lo que hasta ahora
han tenido a bien dedicarle a nuestros vecinos y vecinas afectados por las
inundaciones. Por todo esto, que nos quejemos de la falta de apoyo que
demandaba esta situación parece suficientemente justificado, aunque todo es
cuestionable y aceptamos y valoramos sus opiniones como merecen. No obstante,
el ejemplo que hemos dado a quienes nos citaron en nombre de su desgracia es
evidente que no ha sido el adecuado ni desde luego el que ellos esperaban. Sin duda, otra oportunidad
perdida.