martes, 24 de octubre de 2017

LOS JUEGOS DE AZAR Y SUS TERRIBLES CONSECUENCIAS

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 Con las prisas y la suficiencia con la que generalmente afrontamos lo que ocurre a nuestro alrededor, solemos obviar fenómenos sociales que en poco tiempo, sin embargo, acabarán o implicándonos directamente en ellos o convirtiéndonos en invitados obligados por lazos familiares o de amistad. El tema de hoy está ligado directamente con el futuro de muchas personas y su entorno familiar. Se trata del juego, de la pasión que genera en quienes gustan de jugarse el dinero, y no solo el suyo y que necesitan para mantener sus obligaciones familiares, sino el que pueden conseguir usando engaños cuando no robos. La ludopatía, diagnosticada desde hace años como una enfermedad mental, ha hecho estragos en quienes lo han padecido y sus próximos, pero lo peor es que no solo se mantienen sus niveles de participación, sino que, por diferentes causas que ahora veremos, aumenta preocupantemente día a día. Los recién llegados a este grupo de personas hacen que la participación de los españoles en los juegos esté por encima del cincuenta por ciento de la población total, es decir, más de veinte millones de personas. Unas dedican su pasión y su dinero  a las loterías en general, bono lotos, quinielas futbolísticas e hípicas, cupones de la ONCE y otras organizaciones más o menos implantadas en el mercado. Así ha sido a lo largo de los años hasta que, ¡mire usted por donde!, irrumpen en este mercado tan complejo otros juegos en los que poder dejarse el dinero a manos llenas, como es el caso de los bingos “on line" o el póker, en donde te aseguran que puedes ganar miles de euros con solo una llamada de teléfono. Por si faltaba algo, ahora se incorporan las apuestas futbolísticas, esas que te invitan a que apuestes por el resultado final del encuentro de tus equipos, o a quién mete más goles, etc. Precisamente debido a la aparición de lo que se conoce en el ambiente como las apuestas desde casa, de las que nadie en la familia sabe nada y en las que han aparecido las mujeres con una fuerza extraordinaria, el aumento del número de jugadores está por encima del veinticinco por ciento.

Planteada la circunstancia y el problema dimensionado correctamente, lo que no acabamos de entender es la actitud de los gobiernos, que son los que controlan, autorizan y se benefician directamente de la ruina de millones de personas, porque esa es la realidad, que nadie se engañe. En el momento en el que alguien decide invertir dinero en las apuestas, sean del tipo que sean, y exceptuando algunos milagrosos premios que precisamente son usados para incentivar la participación de quienes no están convencidos del todo, deben ser conscientes de que han iniciado el camino hacia el desastre, a la pérdida de su identidad, de sus principios y del dinero que poseen y el que puedan conseguir. Por lo tanto, ¿cómo es posible que alguien desde el centro de decisiones gubernamentales no haya decidido controlar un asunto tan peligroso como el que nos ocupa y que tanta desgracia ha causado a millones de personas y familias? Dicen los especialistas que controlan este tipo de fenómenos sociales, que de los casi tres mil quinientos suicidios que se contabilizan cada año en nuestro país, más de la mitad de ellos tienen su origen en el juego. Si la única razón que aporta el ejecutivo para su no intervención son los ingresos que recibe a diario provenientes del juego, pobre de él, porque sabemos que este fenómeno social no tardará en arrastrarnos con su ruina a estadios mucho más complicados. En realidad no debería de extrañarnos, sobre todo si incorporamos a lo que hoy discutimos el hecho de que no se trabaje por el rechazo al tabaquismo sabiendo que nos cuesta más recuperar a los enfermos que los impuestos que se recaudan; o el mismo alcohol, que debería acudir a las barras de los bares y supermercados con un nivel de impuestos que por sí mismos limitaran el abuso que actualmente se controla, especialmente entre los jóvenes, a los que les sale la borrachera del fin de semana por unos euros de nada.