martes, 17 de octubre de 2017

NI ESTÁN TODOS LOS QUE SON NI SON TODOS LOS QUE ESTÁN

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La crisis catalana, que no dude nadie que nos pasará factura a todos, se alarga en el tiempo, que no sabemos si se trata de una estudiada estrategia de los sublevados o una forma de agradar a quien tiene la ineludible obligación de tomar las decisiones que todos tememos. Situados en el centro del asunto, comprobamos que llevamos un tiempo incumpliendo una regla de oro en la que no hemos caído la mayoría y que no es otra que la que asegura que no se debe generalizar. Sin embargo, el sentimiento mayoritario del resto del país es todo lo contrario, asegurando que los catalanes son esto o aquello, cuando siendo justos deberíamos decir que algunos catalanes son separatistas frente a quienes no lo son ni se lo han planteado nunca. Y lo hemos visto en la calle, que es donde mejor se percibe la realidad, cuando comprobamos que el número de ciudadanos que salieron a la calle en Cataluña a exigir el no a la independencia fue mucho mayor que los que la pedían al tiempo que se llevaban todo por delante, que es una manera nada original, pero sí muy efectiva, de parecer que son más en el recuento. De hecho, todas las convocatorias firmadas por los independentistas han acabado con el mobiliario urbano mermado, con cristales de escaparates, mesas y sillas de terrazas saltando por los aires, además de sangre. Ocurre que, en una acción conjunta, perfectamente diseñada y una magnífica interpretación de los que luego serían testigos en las investigaciones policiales, los malos de la película han resultado ser los agentes de la policía nacional y la guardia civil, que no solo han sufrido en sus carnes los golpes que les han propinado los alterados manifestantes, sino que los han vejado públicamente ante la impasividad de sus superiores.


El president de la Generalitat catalana, señor Puigdemont, que viene jugando desde hace meses con los sentimientos del resto del mundo que no está de acuerdo con él y sus planteamientos independentistas, contestó ayer al Gobierno central el esperado y temido sí y no, es decir, que sí, pero no había declarado la independencia. No sabemos si finalmente tendrá o no importancia la respuesta, pero la puesta en escena desarrollada en la firma del discurso del president fue de lo más surrealista y ridículo que hemos visto en los últimos años. Entendemos nosotros que en un momento de tanta trascendencia como el pleno del sí o el no a la independencia de Cataluña, los gestos y las declaraciones acaban teniendo una gran trascendencia social y más cuando detrás se ha contabilizado tanto esfuerzo, tanto dinero tirado por la borda y tanto dolor entre aquellos que estaban convencidos de que se declararía la república catalana. Así las cosas, que ahora sepamos que entre estas personas se ha producido un revés que les pasará factura a los gobernantes, que son muchos los que han guardado banderas y emociones en un rincón de sus viviendas, es lo lógico y lo que estamos convencidos acabará creando una nueva realidad social. Aún queda la otra cita, la del jueves, que será cuando el Senado tomará cuenta de la respuesta del president y decidirá el sí o el no de la implantación de los artículos 116 y 155 de la Constitución española, y a ella debemos remitirnos a la espera de la evolución de los acontecimientos, aunque el encarcelamiento ayer de los “Jordi” por orden judicial ha dado un giro significativo a la crisis. Desde luego, no pinta nada bien y suponemos que finalmente se impondrá la ley y que ésta se encargará de poner a cada cual en el lugar que les corresponda. El problema es que servirá de bien poco, porque lo lógico es que el espíritu bélico de los independentistas acabará con la escasa paz social que se vive ahora. Al final del comentario, volvemos al inicio recordándoles que en este relato no están todos los que son ni son todos los que están.