Cataluña, desde hace unos
meses, acapara la atención mediática y tensión política del país. Sin embargo,
el resto de las comunidades se mueven y algunas de ellas, además, con miles de
personas en las calles reclamando lo que entienden que es suyo y de nadie más.
Así, Murcia viene reclamando el soterramiento del AVE a su paso por la ciudad,
que de otra forma la partiría literalmente en dos. La ciudad entera hizo suyo
el problema y se unió en busca de una respuesta coherente del Gobierno que no
acababa de llegar; ahora, luego de una gran manifestación por el centro de
Madrid, luciendo pancartas con el mismo lema y con las gargantas rotas de
gritar justicia, parece que han sido atendidas sus reivindicaciones y
finalmente llegará el ferrocarril al centro de la ciudad, aunque sin influir en
la dinámica y el paisaje de esa bella ciudad. O sea, que cuando se presiona,
cuando la injusticia se hace visible, cuando la clase política se une en la
consecución del objetivo compartido, casi siempre se consiguen las demandas.
Otro tanto de lo mismo ha ocurrido en la comunidad valenciana, que ha salido a
la calle en su propio territorio con una consigna concreta: la no existencia de
diferencias en la financiación de las comunidades autónomas. El hecho de que el
País Vasco haya conseguido una serie de prebendas económicas que les permitirán
recibir más dinero del que aportan, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Y
todo por su apoyo a los presupuesto del Estado. A todo esto, como la situación
catalana demanda también un especial y sensible planteamiento del trozo de la
tarta por distribuir, los valencianos se han dicho aquello de ahora o nunca y
aseguran no estar dispuestos a ser relegados en su asunto de tanta trascendencia
social.
Por otro lado, Jaén también se
ha centrado en su problemática y ha querido manifestar su justificada
preocupación por cómo se desarrollan los acontecimientos ligados al desarrollo
económico de la provincia. El que dio el primer paso fue Linares, que desplazó
hasta Sevilla sus fuerzas vivas en busca de la solución al grave problema del
paro que padece su territorio, tanto que por el momento es la ciudad española
que registra más desempleo. Enseguida, como no podía ser de otra forma, la
clase política del resto de la provincia se pone en marcha y decide citar a los
representantes que están desplazados en Sevilla y en Madrid. Del todo no
entendemos este encuentro, a no ser que se trate de los habituales postureos de
la clase política, porque si a quienes votamos para que luchen por nuestros
derechos, además, debemos recordárselo de vez en cuando, sinceramente no sé
para qué nos sirven. Es más, a partir de ahora desconfiaremos del trabajo que
aseguran desarrollan en parlamentos, senados y congresos. Qué tipo de
información podemos proporcionarles a quienes precisamente elegimos para tal
menester, para que llevaran hasta su lugar de trabajo la endémica situación de
una provincia que está condenada a ocupar el último puesto del país en la
totalidad de las comparaciones que hagamos. ¿Acaso se han olvidado de sus
raíces y de las gentes de su tierra? Mal asunto, sin duda.
Resumiendo, que el que no
llora no mama y nosotros hace años que dejamos el llanto para situaciones que
nada tienen que ver con nuestro futuro. Es posible que si nos asomamos al patio
en donde se reparte la tarta veamos con más claridad las razones del por qué
somos tan apáticos y tan retraídos cuando de reclamar lo que nos pertenece se
trata. Desde luego, por muchas reuniones de unos y de otros, como el pueblo no
eleve su voz y se plante ante el más pintado y le pida explicaciones del por
qué somos tan maltratados, poco cambiarán las cosas.