Veamos. Al César lo que es suyo, y en este caso el
honor y la gloria les corresponde íntegramente a los alcaldes que tienen
intereses en la A-311 que, reunidos,
decidieron reclamar con lo que a su vez hacían los vecinos, es decir, el
arreglo de esta vía de comunicación, infectada de trampas, de oscuros
sentimientos y sin corazón ni arrepentimiento. Aunque la respuesta ha tardado,
la realidad es que desde la Consejería de Fomento que gestiona el paisano
Felipe López se ha decidido disponer de un millón de euros para paliar en lo
posible su recorrido, aunque en realidad debemos de matizar, ya que la
intervención está delimitada y será desde el cruce de Lahiguera hasta Andújar.
De las palabras del consejero se desprende que en estos momentos los técnicos a
su cargo trabajan en el proyecto que necesita la tal intervención. Se nos dijo
a los medios de comunicación que el resultado se conocerá a primeros del
próximo año o a finales, porque no estaban del todo convencidos de las fechas.
Luego, añádanle cuatro meses más para su salida a licitación y, a partir de
ahí, otros tantos para el inicio de las obras. O sea, que lo más probable es
que la obra terminada la disfrutemos en 2020, que no sabemos si es mucho o
poco, pero desde luego que muy alejada la fecha de lo que esperan quienes la
recorren regularmente. Y ahora viene lo peor o más preocupante, porque por
estas tierras se conoce muy bien el asunto de las subcontratas, que para eso
circulamos a diario por carreteras con más socavones y ondulaciones del mundo
mundial.
Queremos decir con este detalle añadido, que por nada
del mundo se permita la subcontratación al menos como se viene haciendo
habitualmente, es decir, que acudan a la licitación empresas que ni siquiera
cuentan con alguna maquinaria de obras públicas que mostrar en público y sí
técnicos frente a ordenadores que se encargan de concurrir a estas subastas que
poseen una alta especialización en este tipo de concursos y que su verdadera
intención es quedarse con un buen bocado del presupuesto y entregar la obra a
una empresa menor incapaz de realizar el trabajo encomendado asumiendo la carta
de calidades que los técnicos que han desarrollado el proyecto les exigen.
Ejemplos de sobra nos rodean, porque recordemos las que tenemos más a mano,
como es la propia A-311, o la de Andújar Arjona, o la de Arjona a Porcuna, o la
de esta última ciudad a Valenzuela, en la provincia de Córdoba, verdaderos
ejemplos de cómo no se deben realizar obras de este tipo que contaron en su día
con un presupuesto ajustado y suficiente y que acabaron siendo ejecutadas por
empresas a las que les llegó la mitad de la mitad de éste. Que luego se caigan
a pedazos, que no pase un mes y ya presenten sus primeras debilidades, desde la
pintura a la calidad del asfaltado, es lo normal, lo que esperamos, a lo que
nos han acostumbrado. Y, lo que es peor, porque todo este desastre se produce a
cara de perro, delante de los técnicos y políticos que debían vigilar el
desarrollo y la finalización de la obra. Es más, ¿cómo es posible que se no se
les exija a las constructoras el arreglo del desastre? ¿Cómo es posible que,
comprobado el resultado de sus anteriores trabajos, se les permita volver a
licitar? Con estas dudas por delante, deducir que es cierta la existencia de
una mafia perfectamente organizada que entra y sale de las oficinas de las
administraciones como Pedro por su casa, ¿alguien lo creería excesivo?
Nos alegramos del resultado del trabajo de los
alcaldes implicados, especialmente el nuestro, que sabemos de su insistencia y
trabajo para conseguir la reunión y el resultado de esta. Lo que ocurre que han sido tantas las
bofetadas que nos han endilgado, que ya saben, de los escarmentados salen los
avisados.