jueves, 16 de noviembre de 2017

EL BONO SOCIAL… ¿ESO QUÉ ES LO QUE ES?

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En un país como el nuestro, con un sistema burocrático muy arraigado y de enorme dificultad para quienes se enfrentan a él, que desde la Administración central se decida implantar un sistema que salió al mercado con el nombre de bono social y del que se beneficiarían las familias en riesgo de exclusión social o con recursos insuficientes para abonar la factura de la luz, es como si creara una trampa oficializada que solo tenía como objetivo el obtener el favor de la ciudadanía solidaria. Y justo en eso estamos, es decir, con cientos de familias peleando en despachos en busca de una salida para lo que se le viene encima a su familia, un invierno que se anuncia crudo y que acabará amargándole la existencia. Bueno, y en el caso de Andalucía afortunadamente no se da con tanta virulencia este cierre a la concesión del bono al que se accede casi en exclusiva a base de milagros. Con todo, teniendo en cuenta que censados por el propio Estado se controlan actualmente más de cuatro millones de personas en la situación exacta que exige la documentación a cumplimentar para la obtención del bono de electricidad al que nos referimos, se deduce que las familias que se encuentran en tal situación económica son también millonaria. Entrando más en detalles, en la fotografía que obtendremos si tenemos la oportunidad de entrar en sus hogares, veremos que está ocupada por niños y mayores, que son precisamente los que en mayor medida sufren los largos períodos de frío que vivimos. Resumiendo, una situación que necesita de la mano tendida de quienes tienen la obligación y la oportunidad de atender a necesidades tan concretas y justificadas. El primero, el Estado, que no puede dejar a su suerte a personas tan indefensas y decide pagar el cincuenta por ciento del recibo; el segundo actor, las Eléctricas, que no dudaron en reducir un cuarenta por ciento de la factura, aunque este “detalle” tiene una segunda lectura, y es que este descuento acabamos pagándolo el resto de consumidores, o sea, que tanto la reducción del Estado y el de las compañías eléctricas es cosa nuestra. Por último, los ayuntamientos, que se responsabilizan de un diez por ciento del total y que, al final de la cadena, son los que mejor gestionan y los que antes abonan la parte que les corresponde, al menos en una gran mayoría.

La realidad del bono social, por tanto, es que no alcanza la efectividad para la que se creó y solo ha servido para que parte de la clase política pueda sacar pecho sin que se le caiga la cara de vergüenza. El rendimiento que merece decisión social tan beneficiosa para tantos compatriotas necesitados de paliar parte del frío intenso que padecen en sus viviendas, cuando no falta de energía eléctrica para encender lámparas y encimeras, con la seguridad que les ofrece el propio Estado, que es el obligado a alargar su mano y tendérsela a quienes, por razones de todo tipo, se encuentran en una situación económica inviable. Aunque estemos habituados a ver cómo, en general, las instituciones y quienes las rigen se inhiben descaradamente de sus obligaciones, además de actuar fraudulentamente ante la ciudadanía, los protagonistas deberían sentarse en el banquillo de los acusados ante un tribunal que les obligara a actuar de acuerdo con sus propios postulados y, de no ser así, inhabilitarles de por vida. Personajes de actitud e intenciones tan definidas y previsibles no merecen ganarse la vida integrados en las instituciones del Estado.