Hoy trataremos de conseguir la ayuda de algún buen samaritano
que nos escuche o lea y tenga a bien sacarnos del atolladero mental en el que
nos encontramos. Y todo por Cataluña y su obcecación por la consecución de su proclamada,
al tiempo que rechazada, república,
situación que suena más a cachondeo que a decisión política. Verán ustedes:
cómo es posible que unos señores, a la cabeza de los cuales se encuentra un tal
Puigdemont, catalán de todo la vida aunque su abuela fuera nacida en La
Carolina, hayan armado el jaleo que
padecemos y que a estas alturas el cacareado y proclamado Estado de
Derecho, no haya sido capaz de poner a cada uno en el lugar que se ha ganado a
pulso. Sinceramente, no se entiende. Y todo porque entre nosotros asumido
tenemos que cuando alguno transgrede las leyes establecidas que permiten la
convivencia de todo el Estado, acaba pagándolo con alguno de los castigos
previstos en los textos legales. Dará igual que se trate de un accidente de
tráfico, o un robo más o menos importante, o malos tratos a tu pareja, por
ejemplo, para que acabes delante de un
tribunal de justicia a la espera de la sentencia que le corresponda a la
tipificación del delito. Sin ir más
lejos, recordamos al chico que actualmente cumple cuatro años de prisión porque
robó una tarjeta de crédito y consiguió con ella 80 euros. Hasta el juez
llegaron cientos de peticiones de indulto y hasta el mismísimo perjudicado lo
exculpó, pero recordemos que en nuestro país la Justicia es igual para todos.
Después de este extenso preámbulo, les planteamos la incongruencia a la que nos
queremos referir en nuestro comentario de hoy, puesto que a unos señores que
han dilapidado el dinero público por cientos de millones de euros, han
empobrecido a la región española más rica del país de manera preocupante, han
influido en la salida de ese territorio de miles de empresas, que han eliminado
hasta el momento treinta mil empleos, que se han cerrado nueve mil pequeñas
empresas, que han mantenido durante años y años a miles de personas enganchadas
a sus presupuestos a los que solo se les exigía su condición de
independentista, que tenían previsto activar el servicio militar para construir
ejército propio, que habían construido su hacienda, su seguridad social, etc.,
etc., aún no han dado con sus huesos en la cárcel con penas adecuadas a la
barbaridad que han protagonizado. Es más, ¿cómo es posible que un señor que se
entretiene en ser el cabecilla de tal ataque al Estado pueda pasear por
Bruselas como un ciudadano normal sin que nadie lo detenga? Entonces, ¿para qué
sirve la Unión Europea? ¿O es que la Justicia belga sí que es imparcial y la
nuestra todo lo contrario? A todo esto y por si fuera poco, ahora resulta que a
estos golpistas se les da la oportunidad de presentarse a las elecciones del 21
de diciembre encabezando listas o formando parte de algunas de ellas
disfrutando de total impunidad. Y cobrando del Estado, del dinero de todos los
españoles, sus correspondientes sueldos o pensiones, lo que evidentemente no es
buen ejemplo para el resto de los ciudadanos.
Naturalmente, hemos expuesto solo pequeños detalles de
la realidad de Cataluña en estos momentos, siendo conscientes de que lo peor
está por venir, porque de una crisis tan importante no se sale de la noche a la
mañana. Por ahora, lo que nos tememos es que se reparta el costo entre todos,
que de hecho ya se ha anunciado, y que saldríamos a unos 140 euros. Esperemos
que, mientras tanto, los generadores de tanto caos, tensión y crisis económica
y laboral no se vayan de rositas. Darán igual las formas; lo que importa es de
qué manera se les castiga y, sobre todo, si deben aportar la totalidad de su
patrimonio para sufragar en parte los excesos económicos cometidos. Llegados a
este punto, sus consejos y opiniones nos vendría muy bien.