Como
no podía ser de otra forma, el Ayuntamiento ha decidido poner orden en el uso y
disfrute que se hace de la bicicleta en la ciudad. Primero, y como acto de
buena voluntad, ha conseguido la inversión de más de setecientos mil euros para
unir la ciudad con la sierra a través de un carril bici que facilitará el uso
de este vehículo con la seguridad que le proporcionará hacerlo en un recinto
específico para él; segundo, uniéndose a los municipios que han decidido
incluir en un registro especial las bicicletas que circulen por sus ciudades, o
lo que es lo mismo, controlar la propiedad del vehículo para que de esta forma,
en caso de denuncia, de accidente o de control, se sepa con certeza a quién
corresponde la responsabilidad. Evidentemente, se trata de un gran paso hacia
la reconducción del uso de las bicicletas en nuestra ciudad, de las que por el
momento solo se conocen quejas vecinales, atropellos, malos ejemplos y abusos
de todo tipo y colores. Como hemos dicho en infinidad de ocasiones, serán pocos
los que no aceptan de ninguna de las maneras hacer un uso correcto de un
vehículo tan particular, pero la realidad es que parecen mayoría por el impacto
visual que aportan al resto de los ciudadanos. La consecuencia inmediata que
deriva de estos comportamientos es la generalización, injusta e injustificada
si quieren, a la que suele llegar la ciudadanía, harta de comprobar los excesos
y abusos en sus propias carnes. Nosotros también hemos participado en la crítica,
aunque en ningún caso hemos culpado al colectivo y sí a la parte que tiene como
norma circular por dirección prohibida o
las aceras, no respetar los semáforos, driblar a las personas que pasean por
las calles peatonales, etc.
A
partir de ahora, cuando las bicicletas estén registradas, las normas de
circulación en vigor se encargarán de que el uso de éstas responda a lo
establecido para todos los vehículos que circulan por calles y avenidas, entre
los que se encuentra la bicicleta, porque recordemos, sobre todo para aquellos
que siguen pensando que para este tipo de vehículos de dos ruedas, sin motor y
que andan a pedales, no existen reglas que cumplir. De hecho, para que no
existan más diferencias que los propios motores, el tamaño, el peso y la categoría
de cada uno de los que conocemos, o sea, desde camiones y autobuses hasta
ciclomotores y bicicletas; hemos dicho bien, bicicletas. No existe en el Código
artículo ni párrafo que otorgue a estos vehículos deferencia alguna en cuanto
al disfrute de prebenda alguna que le beneficie, como podía ser, por ejemplo,
circular por las aceras, cruzar los pasos de peatones siendo conducidas o por
direcciones prohibidas. Así, no tardaremos en comprobar cómo éstos incorporarán
una chapa en la que se podrá leer un código y a través de éste conocer al
detalle el propietario, su dirección, sus datos completos y, por tanto, a la
persona que se hará responsable de las denuncias o los accidentes que se
provoquen con su uso, independientemente de que sea él quien en ese momento la
conduzca. La novedad de este sistema, que nos llega procedente de otras
ciudades en el que está implantado y que funciona, dicen, muy bien, vendrá a
corregir el actual descontrol existente y estamos convencidos que acabará con
los abusos que podemos ver a diario por cualquiera de nuestras plazas, calles o
avenidas.
Aunque
no somos partidarios de aconsejar a nadie, entre otras razones porque nos
equivocamos más que acertamos, que el colectivo responda con criterios
razonados ante la futura implantación de estos controles nos parecería lo
adecuado, aunque no siempre este tipo de decisiones acaban siendo acatadas de
buena gana. Eso sí, no se trata de controlar para cobrar y sí para evitar la
impunidad con la que algunos usuarios se desenvuelven en la ciudad y el peligro
que generan.