De acuerdo con lo que la
Dirección General de Tráfico nos cuenta, lo de las motos de los agentes de
Tráfico de la Guardia Civil equipadas con radares de velocidad es una realidad.
Es más, casi novecientos mil euros se han invertido en este equipamiento y lo
primero que debemos compartir con ustedes es que son los más sofisticados, de
esos que realizan las fotografías hasta de lado, de noche y de día. Se entiende
que con la rentabilidad en la que se desenvuelven las cuentas de la Dirección
General, invertir esta cantidad es del todo accesible y, lo que es peor para
nosotros, tardarán muy poco tiempo en amortizarlas. Compartir con ustedes esta
noticia no tiene más intención que, como siempre, volver a recordarles la
importancia que acaba teniendo para nuestro expediente como conductores y
nuestra economía el aceptar o no los límites de velocidad que nos encontramos
en la carretera. Si a esto le añadimos que participamos en un error muy
extendido entre los usuarios, y que no es otro que colocar el control de velocidad
a un poco más de 120 kilómetros por hora y no preocuparnos en todo el
recorrido, conviene recordarles a quienes así actúan que la mayoría de los
controles de velocidad de los diferentes radares que nos encontraremos en el
camino se sitúan precisamente allí donde la velocidad se reduce por los motivos
que sean. Son los móviles que no detectan los aparatos autorizados que montan
nuestros vehículos y que nos avisan de su presencia, y es ahí donde nos esperan
para “cazarnos” con las manos en la masa.