jueves, 9 de noviembre de 2017

POR UNA CIUDAD MÁS LIMPIA Y EQUIPADA

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El Ayuntamiento y más concretamente sus Delegaciones de Medio Ambiente y Servicios, ha iniciado una tarea que, en principio, se presenta bastante compleja. Se trata de concienciar a los ciudadanos en algo tan elemental como es el cuidado por todo lo público, es decir, los equipamientos urbanos que encontramos al paso y que no tienen otro fin que el de facilitarnos el normal desenvolvimiento en la ciudad. Así, los aparatos de gimnasia que hallamos en los parques, o los bancos para el descanso que nos esperan en las calles, o los paneles de información, o los maceteros que embellecen el entorno, etc., que han sido adquiridos no sin esfuerzo, porque su costo es casi prohibitivo, y que son de todos sin excepción. O sea, que cuando alguien decide atacar este tipo de elementos con el malsano objetivo de romperlos, lo que en realidad ocurre es que su estropicio lo pagamos todos nosotros. Es cierto que no es nada difícil de entender, pero también lo es que lo de la educación cívica debe ser que está mal pagada y de ahí que casi nadie la practique. De hecho, tres cuartos de lo mismo ocurre con el tema de las defecaciones de los perros, esas mascotas a las que tanto queremos y por las que lo daríamos todo, que cuando las sacamos a la calle con el descarado objetivo de que sea en éstas donde hagan sus necesidades, contadas son las personas que las recogen. Es más, existen códigos no tan secretos entre estos viciados ciudadanos, como es que se está hablando por teléfono o mirar hacia el lado opuesto en el que se encuentra el animal, para eludir la responsabilidad que adquieren desde el momento que ponen el pie en la calle de todo lo que su mascota realice. Por otra parte, estos maleducados suelen esconderse en las calles menos iluminadas o poco transitadas con este mismo objetivo, es decir, evitar recoger las cagadas del animal. Causa directa: caídas de los paseantes por los resbalones que provocan, malos olores y transmisión de enfermedades, entre otras. Si ahora el Ayuntamiento ha decidido poner algo de orden en el actual descontrol, entenderán los afectados que ya estaba bien, que se había sido excesivamente permisivo y que ha llegado el momento en el que hay que poner el freno y garantizar al resto de la ciudadanía que este abuso no seguirá produciéndose.


En el apartado de los escombros y los muebles y colchones que nos encontramos junto a los contenedores de basura, lo mismo. Cuando alguien efectúa obra en su casa, para la que por cierto no ha pedido la licencia municipal necesaria, consciente de que los restos de la obra son muestra más que suficiente para que sirva como denuncia, lo que deciden es sacarlos a la calle de noche y ocultos de forma que no sean vistos. Luego, ya se sabe, buscan una carretera cualquiera, más o menos alejada del núcleo urbano, y allí depositan lo que podía y debía depositar en los puntos que oficialmente están dedicados a este menester. Así, salir hoy al campo y encontrarte con estas escombreras ilegales es lo habitual, y no crean ustedes que eligen sitios en los que pasen desapercibidos; al contrario, dará lo mismo una cuneta, en medio del camino o del olivar más próximo. Lavabos, inodoros, azulejos, tuberías y, sobre todo, restos de obra de todos los tamaños. En el apartado de muebles y colchones, tres cuartos de lo mismo, ya que aunque se hagan los despistados, saben que la retirada de estos elementos de la vía pública se hace todos los jueves y que antes, con veinticuatro horas de antelación, se debe avisar telefónicamente. Las consecuencias que se derivan de estos despropósitos son evidentes y desde luego que nada positivas si lo que queremos es una ciudad que se proyecte hacia el visitante con sello de limpia y equipada. Repetimos que, en contra de lo que muchos razonan, no se trata de limpiar más, sino de ensuciar menos.