A lo largo de esta semana, la Dirección General de
Tráfico, apoyada por las policías locales del país, ha dedicado esfuerzos a
controlar los autobuses en general y los del transporte escolar en especial. En
este control ha incluido, por la importancia que ha alcanzado en la estadística
de accidentes mortales, el uso del móvil mientras se conduce. De ambos
controles conoceremos los resultados el próximo lunes y les adelantamos que no
serán precisamente para presumir de ellos. De hecho, cada vez que se ha decidido
intervenir en la dinámica de ambas transgresiones al Código, los datos han sido
escalofriantes: conductores en los que se detectaron drogas y alcohol o sin
permiso de conducir, o vehículos no dotados de las medidas de seguridad y
equipamiento exigido para este tipo de transporte. En el caso de los móviles,
es tal la profusión de ellos en manos de los conductores que o se determina con
urgencia un control efectivo o deberán ser los fabricantes de automóviles los
que equipen sus vehículos con inhibidores o sistemas parecidos para evitar su
funcionamiento cuando el vehículo está en marcha. Lo que se sabe con toda
certeza es que el móvil y la conducción, como es el caso del alcohol, son
incompatibles, por lo que todas las decisiones que se tomen con este aparato
como referencia acabarán siendo aceptadas de buena gana. Y si no, pues ya se
sabe: donde manda patrón…
Como siempre decimos, Tráfico tiene que presentar su
particular cuenta de resultados ante el Minutero del Interior anualmente, de
quien depende, y posteriormente en el Congreso de los Diputados, que es donde
se deciden los posibles cambios a introducir en las Normas en vigor. Así,
entender que está obligada a implantar campañas, artículos y cortapisas de todo
tipo para al menos evitar el incremento de la accidentalidad y sus
consecuencias no debería ser difícil. Por otra parte, la firmeza con la que la
estadística de accidentalidad participa en las cifras de accidentes, por sí
sola, impone sus condiciones y ninguna de ellas puede ser obviada por quienes
están obligados, por cargo y sueldo, a cumplir sus mandatos. Y más cuando
sabemos que el colectivo de usuarios no está precisamente decidido a controlar
sus acciones y, al contrario, ayuda a incrementar las situaciones de peligro de
donde se derivan los accidentes, que acabarán este año con un incremento más
que preocupante si no cambian las cosas, y no parece que esto vaya a suceder.
Por todo esto, que semanalmente se decida la intervención de los agentes de
Tráfico controlando campañas concretas no solo debe ser entendido como normal,
sino como necesario. Es más, por las noticias que nos llegan y que hemos tenido
oportunidad de contrastar, a partir de ahora y hasta final de año, convencidos
en Tráfico del aumento de los accidentes a lo largo de la campaña de Navidad,
la presión en forma de controles de todo tipo que los conductores debemos
soportar desde luego que no será menor.
Independientemente de la interpretación que cada
usuario haga de lo que les contamos, la realidad es que hemos sido nosotros
mismos, con nuestro comportamiento y no menos locuras, los que hemos generado
la necesidad de ser controlados. Por las mismas, será responsabilidad nuestra
frenar en lo que nos sea posible la terrible y vergonzosa cifra de muertos que
acumulamos a lo largo del año.