El mal tiempo ha vuelto a lo largo de la semana que
despedimos a ser protagonista a lo largo y ancho del país, con presencia de la
temida nieve y el hielo y, por tanto, obligando a cortes de carreteras, uso de
cadenas o como mínimo neumáticos de invierno. Afortunadamente, la crisis de
hace unas semanas que vivieron los usuarios encerrados en la trampa de la AP-6
no se producido y no porque las nevadas hayan sido menores y sí porque de todo
se aprende y la Dirección General de Tráfico no quería por nada del mundo verse
de nuevo denunciada por los conductores y cuestionada su entrega para solventar
esa situación. De hecho, la información que se ha dado esta semana ha sido
calificada por muchos conductores de exagerada y tampoco se ha podido
justificar técnicamente el cierre de algunas carreteras y el uso obligatorio de
las cadenas. Todo indica que la demanda de control que necesitaba esta
generalizada nevada ha sido atendida desde “más vale prevenir que curar”, evitando
de esta forma las quejas y denuncias de quienes se pudieran quejar de falta de
información. Es cierto y preocupante que se hayan vuelto a ver conductores que
no se equiparon a sí mismo y sus vehículos como exigía el temporal, e iniciaron
el viaje menospreciando la situación. Tampoco debería de extrañarnos
acostumbrados como estamos a asistir a situaciones aberrantes de todo tipo y
colores, todas ellas peligrosas para el propio infractor y el resto de
usuarios. Unos se lavan los dientes conduciendo, otros que se afeitan, tampoco
faltan los que mandan mensajes telefónicos y leen los que les envían, leen los
mapas, etc. De hecho, aumentan los conductores que engrosan el paquete de
quienes han perdido todas las referencias y que hasta ahora habían permitido el
ir y venir de millones de automóviles y que durante un período de tiempo
considerable consiguió reducir sensiblemente la cifra de muertes en carretera.
Debido precisamente al desmadre que ahora denunciamos, no solo ha aumentado
esta cifra, sino que la tendencia que se controla es desgraciadamente al
alza.
Parece claro que la accidentalidad que acumulamos a lo
largo del año tiene su origen precisamente en las actitudes de los conductores
que no han sido capaces de valorar el uso de los vehículos como deberían, lo
que permite situaciones extremas de peligro. De entre éstas, las distracciones
debidas al uso del móvil y el resto del equipamiento del vehículo, los excesos
en general, falta de mantenimiento del automóvil, conducción agresiva… Desde
luego lo que debemos erradicar es la idea de que los accidentes se producen
porque los implicados tenían su día, que es una frase que entendemos encierra
un conformismo injustificado y asumirlo como algo inevitable. Las causas de los
accidentes, de todos, se pueden razonar y las conclusiones son radicalmente
diferentes teniendo en cuenta, por ejemplo, el aumento del consumo de drogas
mientras se conduce. Si les preguntamos a los técnicos especializados en
accidentalidad veremos que incluso aquellos en los que la técnica del vehículo
no estuvo a la altura de las circunstancias, antes hubo una negativa al arreglo
o una despreocupación por revisar el coche, que nos venía avisando de que se
estaba gestando una importante avería. Las consecuencias, por tanto, eran
previsibles y también se dan generalmente en los neumáticos, en donde vemos que
algunos usuarios preocupantemente no le dedican atención a un elemento tan
importante y que tan trascendental papel juega en la estabilidad del vehículo.
Y atención porque no siempre vale la excusa de que los tiempos que corren no
son los mejores para invertir en la mejora del coche, porque lo que nos va en
el envite es nuestra vida y la de los demás. Y eso, lo miremos por donde lo
miremos, sencillamente no tiene precio.