martes, 20 de febrero de 2018

MÁS SOBRE LAS URGENCIAS HOSPITALARIAS

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Hace unos días reflexionábamos sobre las urgencias de los hospitales en general y el nuestro en particular. Sin duda, es un asunto compartido por todas ellas y la del Alto Guadalquivir no iba a ser menos. Lo que ocurre es que por proximidad y necesidad, conocemos mejor cómo se desenvuelve la nuestra. Y de ahí que decidiéramos compartir con ustedes un fenómeno social para el que, desde ningún punto de vista, se crearon estos servicios hospitalarios. Su filosofía no es otra que la atención inmediata de los enfermos que lo necesitan justificadamente, especialmente los accidentes de tráfico, infartos, ictus, traumatismos, accidentes caseros… En definitiva, lo que de verdad demanda justificadamente atención sanitaria inmediata. La realidad de este servicio, evidentemente, no se parece en nada a lo que ocurre diariamente. Las razones las dimos en la reflexión de hace unos días y no creemos que sea bueno repetirlas, y más teniendo en cuenta que algunas de las personas que lo comentaron mostraron su desacuerdo de forma ordinaria, soez e injustificada, ya que no pretendíamos criminalizar a nadie y sí dejar constancia de lo que ocurre en el servicio de urgencias de nuestro hospital. De hecho, si los profesionales de ese servicio hablaran, dieran a conocer su opinión, no duden ustedes que la fotografía más parecida sería la nuestra. Y no tanto porque el trabajo les agobie, que no, y sí porque  el mal uso que se hace de la sanidad pública en este apartado repercute en el resto de servicios y en su calidad final.

En cuanto a los comentarios que recibimos en respuesta a nuestra reflexión, agradecer a todos, sin excepción, el que nos dedicaran algo de su tiempo y mostraran su apoyo o todo lo contrario. Evidentemente, no podemos estar de acuerdo con todos, pero es algo que forma parte de nuestro trabajo, que es público y de libre acceso. Como mucho, nos atrevemos a decirles que lo que se lee, sea quien sea quien lo escriba, hay que leerlo bien antes de opinar, detalle que desgraciadamente hemos comprobado que ha sido así en muchos de ellos y que, precisamente por esto, pierden legitimidad. Como diferencia la filosofía de la calle, en caso de tener sed de venganza, recuerden que ésta debe tomarse en plato frío. Lo que no ha reposado, lo que se dice en caliente, nunca es objetivo. Dicho esto, los que denunciaron que el problema era de falta de personal, erraron en su juicio; los que aseguraron que éramos unos xenófobos, cayeron en su propia trampa, y las estadísticas nos dan la razón; los que aseguraron que era su derecho, es evidente que no conocen nuestro sistema sanitario. Las urgencias de los hospitales no están para atender unas anginas, un constipado, un dolor de espalda o de codo, y sí para actuar de inmediato en enfermedades o dolencias que justificadamente lo demanden. El resto de necesidades de salud que demandemos deben ser atendidas y valoradas por el médico de familia, que para eso está, y que es el único que tiene la facultad de enviarnos al hospital en busca de la analítica precisa que conduzca a un diagnóstico real del enfermo.

Naturalmente, el caramelo que supone lo de acudir a las urgencias en busca de atención para un mal que a veces padecemos desde hace unos días y que nos lo solucionen en unas horas, no le amarga a nadie. Lo que ocurre es que esta actuación lo que en realidad hace es entorpecer el trabajo de los profesionales dedicados a las urgencias y, consecuentemente, influir en la atención de quienes de verdad lo necesitan. Esto es así y no otra es la razón que nos invitó a firmar el comentario anterior. Porque la saturación que vive este servicio especialmente los fines de semana es realmente insoportable y sin justificación alguna. Y se puede evitar. ¿Cómo? Ustedes mismos.