Para el comentario de hoy será
fundamental la presencia de dos figuras imprescindibles; una, la policía local;
la otra, los usuarios de la bicicleta que normalmente no aceptan la limitación
de uso en las calles del centro o centro comercial o peatonales, como quieran
llamarlas. En el primero de los casos, aceptamos que no es posible disponer de
un policía pendiente de los abusos o excesos de la ciudadanía en general y de
algunos en particular; en el segundo, la solución al problema que planteamos
exige la concienciación de los usuarios de este tipo de vehículos,
recordándoles precisamente que son vehículos y que, por tanto, están obligados
sus conductores a atender y a respetar las señales de tráfico. Dentro de las
ciudades, las bicicletas pueden circular por el carril bici, si lo hubiera, o
por la calzada junto al resto de transportes mecanizados. En caso de que no
puedan hacerlo por estas vías y se vean obligados a circular por las aceras o
calles específicamente prohibidas, como es el caso de las calles comerciales
señalizadas en nuestra ciudad, estarán obligados
a convertirse en peatones, es decir, a bajar de la bicicleta y empujarla. Por
cierto, los ayuntamientos que no acabaron de definir el sí o el no de las
bicicletas por las aceras han ido perdiendo ante los tribunales todas las
denuncias presentadas por los afectados.
Esto es lo que dice el Código
y lo que debemos aceptar los protagonistas de un enfrentamiento que viene de
lejos y que, de no poner remedio oficial que lo controle, seguirá siendo un
problema de envergadura adornado por un alto nivel de peligrosidad. En nuestro
caso, si se prohibió en su día el uso de estos vehículos a los menores de 16
años que no llevaran casco, si se dejó claro que las direcciones prohibidas
debían respetarse y se dijo que aquéllas que circularan de noche debían
disponer del equipo óptico obligatorio específico para ellas, ¿por qué todo
sigue como estaba, es decir, por qué la respuesta
ha sido testimonial y la realidad es que no se respeta lo establecido? Ya hemos
dicho que no es posible contar con un policía local permanente que vigile a
quienes delinquen, pero al menos que, aunque fuera solo de vez en cuando,
dediquen algo de sus cientos de obligaciones al control de quienes campan a sus
anchas de día y de noche por donde les viene gana: aceras, pasos de peatones,
sentido contrario a la marcha, calles peatonales…
A todo esto, naturalmente, el
que las bicicletas no estén dando los problemas habituales estos días y se vean
menos por las calles no se debe a que hayan sus propietarios aceptado las
imposiciones adoptadas por el Ayuntamiento, sino a que el tiempo, frío y
lluvioso, les obliga a estar descansando hasta la llegada del buen tiempo. De
hecho, si no se activa el control propio que exige su vigilancia, que a nadie
le extrañe que todo vuelva a ser como siempre, o sea, que andar por las aceras
o por las calles peatonales sea una peligrosa odisea. Y no digamos nada del
abuso que hacen algunos en relación con el poco o nulo respeto que muestran de
las direcciones prohibidas y obligatorias, situación que genera un peligro real
del que hasta ahora nadie se ha hecho responsable. Como nos dicen los
comerciantes en general, y especialmente los que perciben con más realidad el
abuso que se hace de las calles comerciales del centro, es lo que les faltaba
para que sus negocios no salgan adelante. En realidad, creemos nosotros, se
trataría solo de distribuir mejor los esfuerzos y de dar prioridad a lo que
realmente necesita de control para evitar los excesos, que, recordemos, todos
los que hemos reflejado en este comentario son muy peligrosos.