El Gobierno, lo mismo que los
partidos políticos, protagonista directo de la huelga, está obligado a
canalizar las sinergias positivas que se desprenden de lo vivido el pasado
jueves día 8. Y debe ser así porque en sus manos está el poder y desde éste se
puede cambiar la vida de las mujeres. En contra de la opinión del presidente,
señor Rajoy, que pidió “dejar estar” el asunto de las diferencias salariales en
manos de empresas y sindicatos, es viable y urgente que el Estado intervenga en
esta manifiesta injusticia y marque en su agenda las fechas adecuadas que
permitan iniciar los encuentros entre las partes. Al mismo tiempo, y en cuanto
le sea posible, que retire de sus cargos a representantes patronales decididos
a entorpecer el paso de la mujer hacia puestos superiores a los que opta en
igualdad de condiciones. No es admisible de ninguna de las maneras que dos de
ellos, el de la gran patronal y el de los empresarios, capitalicen actualmente
el rechazo a que sean las mujeres las que renueven consejos de administración, los
puestos de alta dirección o los intermedios. Mientras las universidades cierran
sus cursos con el doble de mujeres aprobadas que los hombres, cuando su
capacidad de trabajo no admite recursos en contra, cuando su inteligencia no demanda confirmaciones
añadidas, que los anacronismos y las viejas perversiones de los hombres coarten
su libertad nos parece injusto, incongruente y denunciable.
Las mujeres han salido a la
calle y han mostrado sus poderes. Si hubiesen sido los hombres los obligados a
manifestarse, otro hubiera sido el resultado, de eso que a nadie le quepa duda.
Han sido ellas las que nos han vuelto a dar una lección de solidaridad y
empatía, las que han demostrado al resto del mundo que se puede influir para
cambiar el rumbo de las cosas. Su valentía y decisión se han visto en nuestras
calles, en las grabaciones realizadas a su paso, en las fotografías en las que
han quedado sus imágenes para la posteridad… Por tanto esfuerzo, por tanta
entrega, por tanta valentía, la mujer se ha colocado a la cabeza del sentir de
una sociedad harta de machismos y prejuicios que la empobrece intelectual y
económicamente. Gracias, mujeres, compañeras, amigas, por vuestro ejemplo. No
lo olvidaremos.