Primero, el revuelo, el lío; después, el culpable. Luego, alguien en
Tráfico decidió intervenir en favor del mundo del ciclismo y puso al corriente
al director general sobre la denuncia que un agente le había hecho a un
ciclista que equipaba su bicicleta con una luz parpadeante delante y otra detrás.
Naturalmente, caer en que se estaba cometiendo no solo un error, sino sentando un
precedente de gran importancia de cara al automovilista y al propio ciclista,
al que se le viene demandando desde todos los frentes que se haga ver, que use
prendas visibles desde lejos por el resto de usuarios de la vía, fue todo uno.
Sin embargo, el agente de Tráfico, sobre el que se ha querido delegar las
lagunas de la propia Dirección General tiene en este apartado, no se excedió cuando decidió extender la
denuncia al supuesto infractor, ya que en ese momento no existía lo que ahora
se ha aprobado en trámite de urgencia y por lo que saca pecho el señor Serrano,
que busca recuperar algo de brillo entre los automovilistas después de perderlo
todo en las sucesivas intervenciones que ha tenido relacionadas con las últimas
nevadas. Lo dijo y lo ha hecho: lo ha revisado, valorado y finalmente ha
decidido que sí, que las luces intermitentes en las bicicletas están
autorizadas a partir de ahora. Por lo tanto, una nueva instrucción reconoce que
las luces rojas parpadeantes ayudan a mejorar la visibilidad de los ciclistas
en carretera y, por tanto, no serán motivo de sanción por infracción.
Ha sido el mismísimo jefe supremo de Tráfico el que lo ha publicado en las
redes sociales: “Hoy he firmado la instrucción para que las luces rojas
intermitentes puedan ayudar a proteger a los ciclistas en carretera. Es un
colectivo vulnerable que merece toda nuestra atención. En cualquier caso, la
prudencia y el cumplimiento de las normas es la mejor protección”. Pues muy
bien. Ahora lo que necesita el colectivo son detalles, porque recordamos a los
técnicos de este organismo que en el mercado existen varios sistemas de
iluminación y que no todos están homologados ni legalmente permitidos. En
realidad, en contra de lo que debería suceder, el mercado marca la pauta mientras
Tráfico parece mirar hacia otro lado. Las consecuencias ya les hemos visto en
la denuncia de este agente que se ha convertido en protagonista de una historia
que debió solucionarse antes de que ocurriera. Y tiempo han tenido para tomar
decisiones y aplicar las normas que se toman para mejorar el tráfico. La
realidad es que el ciclista sigue desamparado, sin unas normas a las que
ajustarse y desde las que pedir responsabilidades a quienes no respeten sus
derechos, que normalmente son el resto de usuarios. Por ejemplo, ¿para cuándo
las prendas equipadas con catadióptricos que tanto de día como de noche les
hagan visibles, y no solo a estos
esforzados deportistas, sino también a los que viajan en motocicletas de
cualquier cilindrad? Es más, ¿para cuándo obligar a las personas que caminan
por la carretera a que vistan con un chaleco reflectante? Eso de que al
automovilista le obliguen a colocarse uno para salir del vehículo cuando se detiene
en la carretera por avería, ubicar los triángulos a la distancia obligatoria,
encender las luces de peligro de su coche y entonces salirse de la calzada para
llamar al servicio de asistencia, y a su lado vemos a un paisano que pasea tranquilamente
sin vestimenta alguna ni luces que le hagan destacar y que nadie le llame la
atención nos parece no solo de un surrealismo grotesco, sino una peligrosa
incongruencia.
Nos alegramos de que el director general haya intervenido en un asunto polémico
que ha tenido gran eco social y que pone punto final a una de las ambigüedades
más importantes que tenía Tráfico. Por algo se empieza.